Año CXXXIV
 Nº 49.004
Rosario,
domingo  21 de
enero de 2001
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Editorial
Notable ejemplo de amor

Hace un tiempo, el colega porteño La Nación publicó una nota en la cual se revelaba que un juez en lo civil buscaba a un matrimonio o una persona dispuestos a brindar cuidados, paciencia y mucho amor a una beba de un año y medio. Nacida con un severo daño neurológico, había sido abandonada por su madre una mañana en la iglesia de Nueva Pompeya, bien abrigada y con una misiva en la que se detallaban los cuidados que necesitaba. Lejos de lo que podría imaginarse, tratándose de un caso de tal naturaleza, el llamado tuvo un eco notable inmediato. Tanto fue así que de todo el país se recibieron 140 solicitudes de adopción de Irina -tal el nombre de la niña-, seleccionándose de entre todas ellas la de un matrimonio cuya filiación se mantiene en reserva. Los nuevos padres de la pequeña tienen tres hijos biológicos -dos varones y una mujer-, más otra nena adoptiva, también con problemas de salud y ya en proceso de recuperación. Las restantes solicitudes de adopción quedaron inscriptas para otras búsquedas en el Centro Integral Prohijar, donde desde hace un año existe el primer registro de familias especiales.
Esta síntesis somera del singular caso presenta, como mínimo, tres aristas dignas de destacar. En primer término, la ratificación, pese a tantas frustraciones y egoísmos que dominan a la sociedad actual, de que todavía existen almas generosas y solidarias que, cada tanto, le recuerdan al mundo que la capacidad de amar del hombre sigue incólume, más allá de los duros avatares de la existencia. Luego, la solidez de la institución de la adopción. Finalmente, el alto número de postulantes dispuestos a hacerse cargo por toda la vida de Irina y su dolencia cerebral.
Aun cuando se conoce la existencia de numerosos casos de adopción de niños con problemas de salud, no es común que ello también quepa para aquellos que padecen dolencias cerebrales. En consecuencia, y pese a que algún antecedente debe existir en la materia, el paso dado por los nuevos padres de Irina constituye un nuevo paradigma de solidaridad. Es que ocurre en una época de profunda crisis material y moral, signada por una alta dosis de corrosivo y letal descreimiento. Está claro que el caso es digno de emulación tantas veces como, razonablemente, resulte posible.
"Yo siempre digo que no hay hijos no queridos, sino padres no encontrados". Al cabo de la resolución favorable del caso, esto se lo declaró a la periodista autora de la nota la directora del Centro Integral Prohijar, Sandra de los Angeles Juárez. Al margen de una esperanzada convicción personal, la proposición sintetiza de manera magistral la razón de ser de todos aquellos apasionados que, de una manera u otra y con distintos grados de dedicación y responsabilidad, vuelcan amor y esfuerzo en pro del desarrollo pleno y efectivo de la benéfica institución de la adopción.


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