A la noche son las parrillas, las pizzerías por Pellegrini y las disco. Y de día, el centro, los Tribunales, los alrededores de las canchas cuando hay partidos y tantos lugares más. Lo cierto es que cada vez son más las calles y paradas copadas por los cuidacoches, esa rara especie mezcla de desocupados y arribistas que cobran, promedio, un peso por "permitir" a los automovilistas dejar los autos en zonas donde el estacionamiento es libre y gratuito. "No queda claro si hay que darles plata para que te cuiden el auto o para que no te lo rayen o te desinflen las gomas", sintetizó ayer Carlos mientras se subía a su Renault 9 y entregaba un peso a un cuidacoches frente a la Estación Fluvial.
La plata que juntan los "cuidadores" frente a La Fluvial los fines de semana, cuando 5 mil personas cruzan al Banquito, despertaría la envidia de cualquier asalariado. Ayer, a las 14.30 y bajo un sol espléndido, se contaban 400 autos estacionados en el verde del Parque Nacional a la Bandera que eran controlados por 15 cuidacoches. Un cálculo ligero indica que mil pesos quedan en poder de esas personas entre sábados y domingos, de 4 mil a 5 mil al mes sumando otros días de la semana y siempre y cuando la lluvia no frustre muchos feriados.
Otros ejemplos de buena cosecha fueron comprobados más temprano, a las dos de la mañana, por periodistas de este diario en los alrededores de tres disco: Madame Safó (ex Punta Brown), Satchmo (cerca de Rosario Norte) y la Misión del Marinero, frente a la explanada del parque España. En este último lugar, en toda la amplia playa frente a las escalinatas, se habían formado 20 filas de 15 coches cada una, operadas por 10 cuidacoches.
"No se gana tanto, son 35 ó 40 pesos por noche; lo que pasa es que somos muchos", minimizó Pablo, un cuidacoches de unos 18 ó 20 años.
Tanto en Satchmo como en Madame y La Misión se juntaron de 250 a 350 vehículos; esto es, en números redondos, que cada noche de pachanga unos mil pesos se trasladan del bolsillo de los clientes de tres boliches al de los cuidadores sin contar lo que ocurre en otras disco de la Costanera (Agua de Mar y Timotea, tanto o más concurridas), La Florida y demás.
"Sí, hemos recibido quejas de propietarios de vehículos", dijo a La Capital el titular de la Oficina Municipal de Defensa del Consumidor, Carlos Comi. "Nosotros también", declaró por su parte el director de Tránsito, Manuel Sciuto.
Ambos apuntaron distintas razones: mientras Comi precisó que los denunciantes protestaron por el cobro "compulsivo", Sciuto advirtió que la gente "llama para quejarse de algunos cuidacoches que dicen que están autorizados por la Dirección de Tránsito. Nosotros no autorizamos a nadie", aseguró.
Comi consideró que "en algunos casos es el remedio de numerosos desocupados", pero en otros "se han formado verdaderas mafias: las denuncias nos dicen que frente a las disco de Rosario Norte si alguien se resiste a pagar a los cuidacoches se llaman unos a otros, se agrupan y amenazan al dueño del auto".
¡Se van para atrás!
Un ejemplo evidente de la ineficacia estatal para garantizar el buen uso de los espacios urbanos puede verse en la cortada Ricardone, zona de estacionamiento medido. Allí, la cuadra de Entre Ríos a Corrientes es desde hace años "zona liberada", ya que un grupo de cuidadores integrado por tres hermanos no deja ni acercarse a los vendedores de las boletas. Desde el primer día que decidieron instalarse, los enfrentaron y les dijeron a los vendedores que debían conformarse con explotar la cuadra de Entre Ríos a Mitre porque ellos se hacían cargo de esa.
Fue así que hoy en día los rostros de los hermanos son tan comunes, los oficinistas los reconocen tanto, que apenas se arma la doble fila -algo muy frecuente- enseguida les dejan el auto en marcha y la llave para que ellos los estacionen. El dominio de la zona es total.