Año 48.998
 Nº CXXXIV
Rosario,
lunes  15 de
enero de 2001
Min 21º
Máx 33º
 
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Punto de vista
Los malos de la película

U. G. Mauro

Que hablen bien o mal, pero que hablen y hasta la muy nazi y goebbeliana Miente, miente que algo queda parecen ser a veces las consignas de famosos, faranduleros, cierto periodismo progresista y revistas de chismes, en materia de espectáculos en ésta -y en todas- las temporadas veraniegas.
El ambiente del folclore no escapa a la tendencia que combina sensacionalismo con verdades a medias -o sea mentiras- y ciertas figuras de ese ámbito ya tienen comprado desde hace años el rol de malo de la película, como en el caso de Julio Mahárbiz, quien tampoco hace mucho por alejar las maledicencias.
El género musical que resume nuestras esencias no es un campo florido. Allí se juegan fuertes intereses económicos, personales y políticos, y muchas veces el verdadero malo no es quien se cree. Las recientes cuestiones sobre la exclusividad de algunos artistas en Cosquín desnuda esta realidad. Sólo unos pocos y reconocidos artistas -Ariel Ramírez, Jaime Torres, Eduardo Falú y Luis Landriscina- tienen exclusividad y no actúan en otro festival.
Muchos medios salieron prejuiciosa y apresuradamente a pegarle a Mahárbiz, dándole apenas un breve espacio para la réplica y sin analizar aspectos como la presencia entre los responsables del Cosquín 2001, de Norberto Baccón, un influyente representante de figuras como Soledad o Los Tekis, que tiene contratos con la gran mayoría de los festivales.
Baccón, en diálogo con Escenario, no tuvo empacho en señalar que lo dicho por ciertos medios en torno a la exclusividad no era otra cosa que agua para el molino del Festival de Jesús María. Y nadie puede pensar que Baccón va a aceptar una cláusula restrictiva contra sus intereses.
El festival de Cosquín siempre fue la Argentina en chiquito, con su belleza e indignidades, pero no cabe creer que en los otros festivales no pasa nada y que el malo es siempre el mismo.


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