El surf también existe escribió con picardía y con algo de cinismo un chico con aerosol en la pared blanca. La frase desafía aquella que dio título al hermoso disco de Serrat, dedicado a los sufridos pueblos del sur del mundo, y en todo caso está tomada un poco en broma. En cambio, el sur y el surf están unidos en Mar del Plata, una ciudad sin la habitual primacía de los barrios nortes como ocurre en la mayoría de las ciudades argentinas.
El polo playero joven, fashion, de mejor nivel de consumo y atento a las últimas tendencias de la moda, se desarrolló desde el Faro hacia Chapadmalal, teniendo al balneario La Caseta como el centro de la movida. También Abracadabra, El Taíno, Las Palmeras y Tamarindos crecen al calor del mismo fenómeno, todos detrás de los médanos y la ruta11 con destino a Miramar, en una playa amplia y continua que parece ser la más apropiada al gusto argentino.
Para entrar a La Caseta ( también a las demás playas de la zona) hay que sortear un portón tranquera donde se pagan cinco pesos por el estacionamiento y se contestan preguntas del tipo ¿Qué viene a hacer usted aquí?, después de la siempre poco amable aclaración: Este es un lugar privado. Estilo similar al discutido derecho de admisión en los boliches nocturnos, aunque en la playa no se ha verificado que impidan el ingreso de nadie. Es entendible, son lugares algo herméticos, con sus propios códigos y tratan de que no los invadan y los desnaturalicen.
Unos senderos en madera, rústicos, sólidos y bellos a la vez, atraviesan los médanos hasta desembocar en esos pequeños y encantadores mini centros de servicios, en terrazas sobre la playa, hechos con buen gusto, donde todo se organiza desde un bar, pero no falta algún local de bisutería, otro de ropa, vestuarios óptimos, buena música sin las interferencias de una locutora de FM, y mucha gente linda y joven.
Desde el surf
La especialidad deportiva del lugar es el surf, pero para eso hay que tener días acordes y no siempre el tiempo acompaña. Cuando el mar está muy picado, como hoy con bandera roja, no podés ni entrar, no vale la pena dice Rodrigo, un porteño de 20 años de anteojos negros y pocas palabras. El fútbol, cuando cae la tarde, es siempre una opción más accesible para todos. Allí van de todas las edades a prenderse en el picado.
Mientras en el parador de una famosa cerveza brasileña suena Luca Prodan, las chicas volcadas en la arena, en grupos, casi promiscuamente encimadas, se entretienen mirando a unos adolescentes que van y vienen con sus patinetas en una pequeña cancha de skate, detrás del bar donde la promoción es dos latas de cerveza, de 500 cc, por tres pesos. Marcelo, el dueño del bar, tiene tiempo para jugar con su pequeño hijo sobre el mostrador y decirle a La Capital que el volumen de gente que espera todavía no llegó. Tal vez este fin de semana, dijo en tono de ruego. Explicó que éste es el lugar más fashion de toda la ciudad, pero tenemos precios tranquilos, porque si no no vendemos.