Año CXXXIV
 Nº 48.996
Rosario,
domingo  14 de
enero de 2001
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Una montaña de billetes en la habitación

Brebbia habla con absoluta naturalidad, como si enfrente tuviese a cuadros militantes del partido, a los que tiene que revelar detalles de la política. Cuando salí de la cárcel, el 30 de diciembre de 1991, no tenía un peso, y mis hijos estaban acostumbrados a los colegios privados. Así que todo fue un problema.
Ese dato no aportaría nada si no fuese de la mano de otro relato: Yo manejaba el dinero de Montoneros, de todo el país. Una vez entró un cuñado mio a una habitación donde teníamos la plata y casi se descompone, recuerda pícaramente.
Brebbia sigue: Era una fortuna, incalculable, donde había de todas las monedas: libras, francos suizos, francos, dólares, moneda uruguaya, paraguaya, chilena, de todos los paises limítrofes. Mucha plata, millones de dólares: dos, tres, uno, 600 mil, 700 mil, permanentemente.
Es que íbamos a Europa, veníamos, llevábamos, traíamos, teníamos propiedades por todos lados; todavía debe existir alguna propiedad a mi nombre dando vuelta.
La vida en la clandestinidad implicaba apelar a la inteligencia. Nosotros asistíamos a 8.000 compañeros con su grupo familiar: 8.000 asignaciones con todas las dificultades de los clandestinos, que son tres, cuatro o cinco veces superiores a las de una persona cualquiera: mudarlos de ciudad, comprar garantías porque no las había, indumentaria, los autos que se perdían... Todo eso sin contar la logística pesada: las armas, las cárceles del pueblo, las casas de operaciones.
¿Qué fue de la plata de Montoneros?, pregunta La Capital: La plata de Montoneros se perdió, absolutamente. Efectivamente está en Cuba, creo que Fidel Castro hizo una apuesta muy sencilla, según me lo narró (Mario) Firmenich: si ganábamos, él pasaba a tener unos socios de lujo en Argentina, y si perdíamos, que era lo más probable para Fidel, todo se terminaba.
Pero por respeto a Fidel y a la Revolución Cubana debo decir que los intereses se pagaron hasta mucho tiempo después, y con eso se funcionó perfectamente. Creo que hasta la libertad de Firmenich, hasta el indulto, se seguían manejando intereses de la plata en Cuba.
Más acá en el tiempo, el verborrágico ex concejal también tiene cosas que contar: Cuando recuperé la libertad, una noche fuimos a comer con Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja y el Topo Devoto. Ahí me dijeron: «Mirá, desde el punto de vista ético con nosotros quedate tranquilo porque vos en la militancia fuiste cabal, tenemos suficientes pruebas de tu honradez». Eso para mi significó un gran alivio, porque yo no quería aparecer como un gran atorrante, un vivo de cuarta, un ladrón de ropa tendida.


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