Mariano Moreno saltó disparado por un resorte apenas Domingo Cavallo caracterizaba a Fernando de la Rúa como el Sarmiento del siglo XXI para repetir tramos de su histórico decreto del 6 de diciembre de 1810 suprimiendo los honores a raíz del exabrupto de un borracho, Atanasio Duarte, que pretendía coronar a Cornelio Saavedra. Recordó Moreno, ese jacobino apasionado: Corresponde prohibir los brindis, los vivas o aclamaciones públicas en favor de miembros particulares de esta Junta porque si son justos vivirán en el corazón de sus conciudadanos.
Hace unos días, transcurridos casi 200 años, en Olivos no estaba Moreno para reaccionar ante el despropósito de Cavallo sino Aíto de la Rúa, quien aplaudió el brindis y la aclamación pública del Mingo. Al fin de cuentas Aíto se lleva seis mil pesos mensuales por un portal en Internet destinado a impulsar la educación. Monumental diferencia, Aíto se lo pasa en Punta del Este con su novia Gabriela y Sarmiento para convencer a la Iglesia de que no era un masón fanático metió a su hijo Dominguito en el Seminario Conciliar, pupilo y de sotana.
De la Rúa siempre ganó elecciones limpias, Sarmiento nunca. De la Rúa es un hombre piadoso y pacífico pero Sarmiento es responsable de las matanzas encomendadas al uruguayo Sandes, según confiesa en la carta que le envió a Mitre y éste publicó apenas el sanjuanino subió a la Presidencia. La historia no perdona que haya festejado el lanzazo con el que Irrazával atravesó al Chacho Peñaloza ni que, como director de la Guerra, ascendiera a tan cruel asesino. Pero tuvo la visión educativa más clara al obtener tras largos reclamos que se creara la Dirección de Escuelas para sacar la educación elemental de oscuros rincones universitarios.
A lavar los platos
Fue Vélez Sarsfield quien lo nombró en 1856 y ya se sabe con qué vigor, eficacia y denuedo se desempeñó. Cavallo, en cambio, mandó a los investigadores del Conicet a lavar los platos. Sarmiento escribió con arte excluyente, como nadie; De la Rúa depende de Lopérfido. En tres cosas Cavallo acierta al llamar al presidente el Sarmiento del siglo XXI y es que, como el sanjuanino, De la Rúa quiere liquidar al Chacho, solo que políticamente, la segunda es que ambos al asumir se pasaron meses hablando pestes del gobierno precedente y la tercera es el blindaje que don Domingo Faustino pactó en Londres con la casa Murieta a través de Wheelwright, el de la avenida, que se reservó para sí las obras públicas. Asediado por su mujer, Sonia, y por el ex ministro de Educación Juan Llach, que le responde y a quien De la Rúa cesanteó, Cavallo se arrepintió de la comparación y lo dijo públicamente en largas parrafadas cuya lectura desordena cualquier ideación. Según Cavallo II entre el De la Rúa-Sarmiento y el De la Rúa que echó a Llach yace la misma diferencia que entre Ceferino Namuncurá y el jefe de la mazorca, Cuitiño. Pero Cavallo es muy bicho, lo llamó a Reutemann, lo invitó a subirse al portal, el Lole aceptó y quedaron afuera Ruckauf y De la Sota. ¿Va viendo? \Adivino la idea, para el 2003, Reutemann-Cavallo. Recalemos en el blindaje acordado hace horas por el FMI, 40 mil millones de dólares, el 80% del gasto nacional. ¿Qué veremos, tocaremos, olfatearemos, disfrutaremos de este bendito blindaje? Nada. No ha sido hecho para los argentinos sino para los acreedores de la Argentina. Alex Grijelmo ha estudiado el uso selectivo de las palabras para esconder la verdad, Noam Chomsky lo enseñaba como insigne lingüista desde la izquierda o magistralmente Bioy Casares en Diccionario del argentino exquisito, burlándose de la forma tilinga de hablar (concretizar, problemática, abordaje, secundizar, como que). El profesor José Antonio Pascual tiene un libro sobre el lenguaje político. Aquí hemos usado desprolijidad para edulcorar un choreo, pero en España se pasaron, porque la comisión de diputados que investigó a mediados del 99 el descomunal afano en el Ministerio de Agricultura con los subsidios del lino, con mayoría de hombres que responden a Aznar, no pudo eludir la evidencia pero inventó un concepto para aligerar el veredicto. Dijo que se ha probado que el comportamiento de los funcionarios no ha sido muy estético. Robaron vagones de pesetas simulando incendios y los oficialistas españoles lo resumieron no en desprolijo como nosotros, sino poco estético. Al procedimiento de encanutarse fortunas le faltó belleza artística. Genial. El invento del blindaje, entelequia argentina, bizarra y vanguardista, otra genialidad. Desde que la banda del Gordo Valor atracaba camiones blindados como si fueran motoquistas de delivery, el blindaje perdió prestancia.
Con el prestigio en el freezer
Nosotros, los sudamericanos, no gozamos de prestigio internacional. Según Borges, si se elimina Sudamérica nadie se preocupará. En España nos dicen sudacas. Y en Estados Unidos nunca confiaron hasta que el dinero pasó a ser un negocio en sí mismo a raíz de su furibunda concentración. José Luis Romero en Ideologías en Latinoamérica cita el trabajo de Edward Everett publicado en 1821 cuando era evidente que la Logia Lautaro encabezada por Miranda nos ponía en la órbita inglesa. Dice proféticamente Everett hace 180 años: No tenemos nada que hacer con América del Sur. Hemos salido de distintos troncos, criados en diferentes escuelas sociales y morales. Si abrazamos la causa de ellos nos pedirán prestado nuestro dinero y concederían comisiones a nuestros corsarios y privilegios a nuestro comercio si el temor a los ingleses no lo impide, pero no seguirían nuestro consejo ni actuarán con nuestro espíritu. Ni los tratados ni los comisionados ni el dinero que les prestemos transformarán a sus pueyrredones en un Franklin o a sus bolívares en un Washington.
Con una prestan, con la otra gobiernan
Así que, en esa tesitura, cuando los Estados Unidos lideran Occidente desde 1950 y el mundo desde 1990, nos prestan pero ya no dan consejos, imponen draconianas condiciones. Prestan tanto que no podemos pagar pero no importa, el dinero no es un fin, es un medio y cuando los deudores están al borde de la cesación de pagos les prestan más para que paguen aumentado la deuda. No creen en nuestro espíritu ni en nuestros pueyrredones, aprendieron a prestar con una mano, con la otra a gobernarnos. Ya el gobierno no oculta que condena a los jubilados por el acuerdo con el FMI, ni que aumenta las tarifas de los servicios, ni que modifica las obras sociales, ni que crea el esperpéntico cheque cancelatorio ni que se viole la Constitución con despiadados decretos de necesidad y urgencia, ni que hayamos comprometido hasta el 2005 mantener el gasto primario, eso sí, excluidos intereses de la deuda. Hasta tanto llega el blindaje que el canje de la deuda no se lo dieron a organismos nuestros, se lo dieron a Goldman Sachs, que en la Argentina tiene una oficina de 5x5 y un solo empleado. En el colmo de la capitulación, el alfonsinista Polak ocupa el Pami y se relame anunciando cientos de despidos. La farsa se perfecciona insistiendo en la baja de intereses, menor riesgo país, subas en la Bolsa.
Perdón, los dos hechos favorables a la macroeconomía argentina no salen del gobierno argentino porque las tasas las bajó Alan Greenspan, monarca de la Reserva Federal, para evitar que haya recesión en Estados Unidos, y la otra, un mejoramiento leve del euro, tampoco es de Machinea, quien se entera por los diarios. Lea el destino de los desembolsos del blindaje: son pagos de la deuda externa, salvo un cachito de 1.000 a 1.200 millones para reformas financieras, programas sociales y préstamos de inversión. Aporto una confidencia: el gobierno nacional hará política con esa plata y si la hace bien, bien está, ¿o la política es mala palabra? La confidencia consiste en que uno de los beneficiarios, y apuntan correctamente, porque es de lo mejor que tienen para postular en la Alianza, se llama Hermes Binner. Como en el caso Usandizaga estoy al margen de toda sospecha, en los últimos seis años solo hablé con Binner un minuto cuando me dio por celular el pésame por la muerte de mi hermana, en la pasada primavera. Pagar menos intereses es bueno, pero está reservado a decisiones ajenas al país. Lo duro es que el pago deba hacerse, increíblemente, bajando salarios, subiendo impuestos y tarifas, arruinando jubilaciones, frenando necesidades, ignorando al pueblo. Digo increíblemente porque hace mucho más de un siglo, según resalta Arturo Jauretche en su Manual de zonceras argentinas, un presidente argentino, Nicolás Avellaneda, creyó encontrar el bronce proclamando pagaremos la deuda externa con el hambre y la sed de los argentinos. Eso se hace hoy pero no se dice, ahora lo llaman blindaje. Operaciones similares le cuestan caro al primer ministro británico Tony Blair, acusado desde su propio partido de control freak. O sea, engañar a la gente.
(*) Concejal (PJ)