Cuando el joven Bill Clinton estrechó la mano del entonces presidente John F. Kennedy en una visita escolar a la Casa Blanca, descubrió su vocación: quiso ser presidente de Estados Unidos.
Luego de pasar por las universidades de Georgetown, Yale y Oxford, recayó en el Partido Demócrata, donde comenzó a forjar un porvenir que sería grandioso.
Su ascenso fue vertiginoso. En 1976 es elegido procurador general de Arkansas y en 1978, con apenas 32 años, ganó la gobernación de su Estado natal, siendo el gobernador más joven del país. Fue reelecto en cuatro oportunidades, pese a que perdió la primera reelección. Sus virtudes personales y un carisma singular lo catapultaron a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata para las elecciones de 1992. Derrotó al presidente en ejercicio, George Bush (padre), un histórico de la política norteamericana, y se convirtió en el 42º presidente de Estados Unidos.
Los primeros tiempos de su presidencia estuvieron signados por una preocupante recesión económica, circunstancia que le había sido propicia para ganar las elecciones.
Inicio tradicional
Sus iniciales medidas de gobierno tuvieron el sello típico de su partido: preocupación por el área social, disminución de impuestos a la clase media y baja, incrementos en el presupuesto educativo y el impulso a la creación de nuevos empleos.
El éxito de tales iniciativas se vislumbró en un breve lapso, en el que el país comenzó a emerger de una incómoda situación y a transitar una senda de crecimiento.
Un acierto significativo fue el esfuerzo realizado por su gobierno para aprobar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (Nafta).
En 1996 obtuvo la reelección con una aplastante victoria sobre su rival republicano, el senador Robert Dole. Clinton arrasó en casi todos los Estados, logrando un índice de popularidad que presagiaba un segundo período calmo y auspicioso.
No fue así: al poco tiempo debió sortear el conflicto mantenido en el Congreso con las bancadas republicanas que se negaban a aprobar el presupuesto tal como lo había enviado el presidente. Como consecuencia de ello, 760.000 empleados federales participaron de una huelga que se prolongó a lo largo de tres semanas, por el diferendo provocado por la propuesta del gobierno de eliminar el déficit fiscal en 7 años.
El líder de la bancada republicana en la Cámara de Representantes, Newt Gringrich, quien opuso una tenaz resistencia al acuerdo, debió ceder luego ante las presiones de los contribuyentes que tomaron partido por la iniciativa de Clinton. Finalmente, el presupuesto fue aprobado a la medida de la Casa Blanca.
El juicio político
La historia recordará estos aciertos, pero también se hará eco del hecho de que Bill Clinton se convirtió en el segundo presidente en la historia en ser sometido a juicio político. Bajo los cargos de perjurio a un Gran Jurado y obstrucción a la Justicia, debió enfrentar los embates que le provocaron su affaire con la becaria Mónica Lewinsky. Después de haber negado públicamente el hecho, y ante las evidencias que lo inculpaban, no tuvo alternativa y debió reconocer que se había equivocado y había faltado a la verdad. Fue perseguido casi con obsesión por el fiscal independiente Kenneth Starr, quien intentó por todos los medios reunir las pruebas necesarias para procesar a Clinton.
El juicio político fue el tramo más amargo en sus 8 años de administración. Salió airoso en la votación del Senado, a pesar de tener esta cámara mayoría republicana. Pudo retener su cargo y así evitar la humillación que hubiese significado la destitución. En el peor momento de su presidencia alcanzó un inédito grado de popularidad entre la población que alcanzó el 67%, porcentaje nada frecuente para un presidente que se encontraba en el sexto año de su mandato.
Otra batahola similar tuvo como protagonista a Paula Jones, quien lo acusó de intento de violación cuando era gobernador de Arkansas. La demandante no reunió las suficientes pruebas y Clinton fue absuelto, si bien debió pagar una considerable suma en carácter de indemnización.
En todo momento, contó con el invalorable apoyo, al menos ante la opinión pública, de su esposa Hillary, que soportó estoicamente todas las acusaciones de adulterio e infidelidad que recaían sobre el acorralado presidente.
El sonado caso del escándalo por la inmobiliaria Whitewater, que mantuvo en vilo al matrimonio Clinton desde su ascenso al poder en 1993, tuvo para la pareja un final feliz. Los jueces no hallaron méritos en contra de los acusados, quienes finalmente fueron absueltos.
Protagonismo internacional
En el plano internacional, Clinton ratificó el rol protagónico y hegemónico de su país al tomar decisiones fuertes en distintas áreas del planeta. Cuando la CIA descubrió un plan pergeñado por Irak para asesinar al ex presidente Bush, decidió lanzar ataques aéreos sobre Bagdad en señal de represalia.
Se involucró en una nueva Guerra del Golfo, a raíz del incumplimiento por parte del presidente iraquí, Saddam Hussein, de las resoluciones de las Naciones Unidas que exigían el desmantelamiento de su arsenal químico.
Después que el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, violara las resoluciones de la ONU y generara un verdadero genocidio en Kosovo, Clinton lideró a la Otán a mediados de 1999 para lanzar la ofensiva aérea contra Serbia y liberar esa provincia de mayoría albanesa de la ocupación de las tropas de Belgrado.
Fue el impulsor fundamental del ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio, hecho que posibilitará a Estados Unidos a ganar un mercado de 1.300 millones de habitantes, con sus consiguientes ventajas para su balanza comercial.
Clinton brindó apoyo económico a México durante la crisis del tequila y gestionó ante el Fondo Monetario Internacional una ayuda extraordinaria para Rusia en 1998, cuando este país entró en cesación de pagos.
Respaldó asimismo la lucha del gobierno colombiano contra el narcotráfico, logrando que el Congreso norteamericano aprobara una partida de 1300 millones de dólares que se emplearán gradualmente para tal fin.
Clinton firmó con el presidente argentino, Fernando de la Rúa, convenios en el área de comunicaciones y respaldó la ley de convertibilidad en Argentina.
Tomó la iniciativa de mediar en el controvertido y añejo conflicto de Medio Oriente, impulsando diálogos directos con los líderes israelíes y palestinos al fomentar encuentros tripartitos en Camp David, poco antes de la sangrienta segunda Intifada, que sigue por estos días sumando muertes. Si bien dichos cónclaves no tuvieron los resultados esperados, Clinton persiste aún hoy, a días de dejar la Casa Blanca, en aunar esfuerzos de ambas partes para lograr la paz anhelada.
El último año en el poder de un presidente es muy particular en Estados Unidos. Al dejar el cargo el 20 de este mes, Clinton ya no podrá aspirar otra vez a ser el jefe de la Casa Blanca.
Bill Clinton, el primer presidente nacido en la posguerra, tuvo la ocasión de dirigirse a su país en la última convención demócrata que se celebró en agosto en la ciudad de Los Angeles. Allí no desperdició el momento y expuso algunos de los logros de su gobierno: el menor índice de desempleo en 30 años (3,9%); se crearon 22 millones de nuevos puestos de trabajo y se logró un presupuesto equilibrado por primera vez en tres décadas: al asumir, el déficit público era de 290 mil millones de dólares y a escasas semanas de abandonar el cargo, Clinton deja un jugoso superávit de 211 mil millones de dólares.
Hubo además un significativo descenso en la tasa de delincuencia, cayó la inflación y se registró un permanente crecimiento del producto bruto. Fue tal la aceleración de la economía en estos años que la Reserva Federal debió recurrir en reiteradas oportunidades a elevar la tasa de interés con el fin de evitar rebrotes inflacionarios. Sólo ahora, con el reciente colapso del índice Nasdaq, esta tendencia se ha invertido.
Como consecuencia del desmesurado aumento en el precio del petróleo, el presidente Clinton ha tomado una medida que generó polémicas. Decidió liberar 30 millones de barriles de petróleo, almacenados en refugios subterráneos para situaciones de emergencia, con el objetivo de volcarlos al mercado para provocar la caída del precio. El propósito fue, de acuerdo a sus argumentos, evitar que las familias norteamericanas sufran las inclemencias de crudo invierno actual.
En cualquier caso, la era Clinton seguramente será recordada por la diversidad de hechos que se sucedieron en ella y darán al presidente saliente un espacio privilegiado en la rica historia de Estados Unidos.