Mar del Plata tiene un larguísima costanera donde caven todos los estilos. Las playas top, las que marcan tendencias, están hacia el sur, incluso pasando el ya lejano Faro. Hasta allí llegan, pasado el mediodía, los jóvenes, la gente que luce más linda y está siempre atenta a lograr de sí una buena imagen.
Pero en el centro histórico de la ciudad, las playas Popular y Bristol siguen convocando multitudes. Son lugares donde no se expresa la vanguardia de la moda, no se practican deportes náuticos sofisticados, ni tampoco se ven raros peinados nuevos. Son familias, gente mayor, y más que marcar la tendencia de lo que vendrá, su presencia, su estética, hablan de una época que pasó, como en un relato con cierta nostalgia de un tiempo pasado que fue mejor.
Para los que van a la Bristol, pueden obtener una sombrilla a 10 pesos por día. Incluye cuatro sillas, una mesita y los metros cuadrados de arena que ocupa el conjunto desplegado; que no es poco, más aún cuando las multitudes buscan su lugar cerca del agua para ubicarse. En los restantes balnearios, las sombrillas se alquilan por día a un promedio de 20 pesos (las carpas a 25).
La foto más tradicional
Lo curioso es que el furor de venta ambulante sobre la arena, las esterillas a 2 pesos y las sombrillas a 5. Pero lo más costoso es encontrar un lugar para instalarla. Lo único que permanece sin cambios en la Bristol, son los dos lobos marinos que acotan las escalinatas, detrás del hotel Provincial. Las esculturas siguen siendo el fondo de la foto más sacada del país.
Todo los demás elementos esenciales que componían el encanto de ese sector de la rambla marplatense, se han ido derrumbando. Aquellos restaurantes con sus mesas al aire libre y su variada picada de mariscos primero perdieron el prestigio, después la calidad del servicio y hoy, los pocos que quedan en pie, son una mueca triste de la decadencia de un estilo.
Toda la recova del hotel Provincial, hacia el mar, está en un estado de abandono que sorprende. Muchos locales cerrados, deterioro en las persianas bajas, suciedad y un ambiente lúmpen que ha ido copando el territorio.
En el sector bajo de la rambla, una enorme feria, típico mercado negro de puestos con productos sin verificación, terminan por componer un panorama poco alentador. Unos metros hacia el sur, empieza otra historia. El balneario Paseo Hermitage, luce remodelado. En tanto, hacia el norte de playa Popular, el espigón del club de pescadores todavía no pudo sacarse de encima la publicidad de Celusal, que lo afea. Más adelante, el encanto de las piedras con inquietantes damas tomando sol sobre las piedras dan más encanto a Punta Iglesias.