Oscar Lehrer
Había que esperar que ocurriera una fatalidad como la de Gabriel Riofrío para darse cuenta de lo mal que se hacen las cosas con los deportistas que intervienen en la alta competencia? El basquetbolista cordobés que militaba en Estudiantes de Bahía Blanca se había realizado chequeos médicos que determinaron una insuficiencia cardíaca. Eso fue en el Centro de Medicina del Deporte de Córdoba, donde se le había negado el certificado de aptitud física hace seis meses. Pero, a pesar de esto, Riofrío igual integró el equipo de su provincia que allá por agosto se clasificó campeón en el Argentino jugado en San Francisco. Además, se supo que este pibe de 23 años arrastraba este tipo de inconvenientes desde los 16, motivo por el cual no estaba en condiciones de realizar presentaciones en la Liga Nacional. Pero pese a esto el jugador pudo seguir desarrollando su actividad en la liga sin ningún reparo, ya que la Asociación de Clubes (AdC) no exige certificados médicos ni que cada club tenga su propio médico. Por eso Estudiantes de Bahía Blanca tampoco lo sometió a ningún tipo de control. Y así fue que siguió jugando, hasta el último domingo, cuando falleció en Sunchales, jugando contra Libertad. Esta muerte deja al descubierto la debilidad de la red de seguridad y protección que tienen los deportistas, en este caso los jugadores de básquetbol. En la Liga Nacional las falencias, además de las médicas, son muchas. Los estadios en su gran mayoría (por no decir todos) no están preparados para situaciones de emergencia. Los vestuarios son focos infecciosos y ninguno tiene aire acondicionado ni extractores de aire. Si bien el deporte argentino se maneja dentro de un marco precario, aquí los responsables de que esto ocurra son los organizadores. Un jugador se puede morir en la cancha por un infarto en cualquier parte del mundo. Pero, ¿qué se hace aquí para reducir el margen de posibilidades? El director del Centro de Medicina del Deporte cordobés, Sergio Della Schiava, firmó un comunicado donde aseguraba que tras tres estudios Riofrío no estaba apto para los deportes competitivos, porque su práctica implicaría altos riesgos de enfermedad y/o muerte. El presidente de la Asociación de Clubes, Eduardo Bazzi, una vez ocurrido esto declaró que la prevención es obligación de los clubes, aunque ahora ante esta situación pensaremos en regularla. ¿No será un poco tarde? Pero lo que resulta increíble es lo que afirmó el nicoleño Eduardo Oscariz, tesorero de la AdC, quien agregó hay que tener en cuenta que los clubes no están en condiciones en gastar en tantos controles. Los clubes cuando juegan fuera de su cancha no llevan médicos (dicen que son muy caros), por eso hay un convenio para que el profesional del local atienda a los visitantes. Pero estos clubes que no pueden disponer de fondos para médicos sí lo invierten en asistentes técnicos (algo que se podría obviar), utileros y acompañantes. Esto lleva a pensar lo que siempre dijo el recordado León David Najnudel: La liga es para el que puede, no para el que quiere. Resulta soprendente que jugadores de jerarquía internacional (Milanesio, Campana, entre otros) reconozcan que en los muchos años que llevan en el torneo, pasando por distintos clubes (caso Campana), no hayan sido chequeados a fondo para saber cómo se encontraban clínicamente. Rosario no es una isla en todo esto. Si bien por parte de la Asociación Rosarina se están haciendo estudios y controles, estos no son lo efectivo que se desean. Los clubes son reacios a enviar a sus jugadores. En muchos casos los estudios tienen un alto costo y por la situación económica actual no se pueden realizar. Es de suponer que no habrá que esperar en la ciudad que ocurra un caso similar al de Riofrío. Que todo lo que ahora se está hablando no quede en palabras que se las lleva el viento. Que la dureza de esta pérdida humana deje una enseñanza para que en el futuro se pueda corregir algo y no aparezcan nuevamente las tardías lamentaciones.
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