Con la declaración previsible que dio el viernes a la Justicia sobre cómo inventó todos sus vaticinios respecto del atentado a la Amia, la esperada extradición al país del brasileño Wilson Dos Santos amenaza con terminar sólo en un cúmulo de expectativas frustradas.
No quiso hablar sobre por qué anticipó el atentado terrorista, no recibió a los fiscales del caso y menos aún aceptará ser citado por el juez federal Juan José Galeano. Queda una pequeña esperanza: que sea convocado -sólo como testigo- para el próximo juicio oral contra la denominada conexión local del ataque.
Que el brasileño sabe mucho más de lo que dice sobre cómo se planificó el segundo atentado del terrorismo internacional en el país es una certeza para los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia y para los querellantes Amia, Daia, familiares de las víctimas y Memoria Activa. Todos pidieron que se lo cite a declarar como imputado en la investigación.
Pero estos supuestos son sólo sospechas para el magistrado, que por todos los medios intenta evitar que una eventual detención de Dos Santos por el ataque se convierta en un papelón similar al vivido por la Corte Suprema de Justicia con la ex amante del personaje, la iraní Nasrim Mokhtari.
Repatriar al brasileño demandó nueve meses de gestiones diplomáticas desde que se lo capturó en Suiza el año pasado, además del viaje de policías argentinos en su busca y, en las últimas semanas, el despliegue de un operativo de seguridad digno del más peligroso de los delincuentes. Todo para que sólo aceptara quejarse por el calor de su celda.
La Justicia argentina logró extraditarlo por el falso testimonio y todavía está pendiente una resolución de Galeano para ampliar esta solicitud al país europeo y poder así indagarlo sobre su conocimiento concreto del atentado, un trámite que -de concretarse- demandaría varios meses.
Dos Santos se reveló capaz de soportar una condena leve por falso testimonio con tal de ni siquiera ser rozado por alguno de los funcionarios judiciales que investiga en forma directa el ataque que el 18 de julio de 1994 causó 86 muertes, y que lo pone ante el peligro de una eventual reclusión perpetua.
La realidad muestra que el brasileño está más que cerca de cumplir su objetivo: esperará detenido un juicio oral por falso testimonio agravado en el que -también previsible- dirá que anticipó un ataque terrorista sólo por casualidad.
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La Ciudad
