| | Editorial Un examen polémico
| La decisión ya está tomada: el 23 de marzo, dos millares de estudiantes de derecho rendirán un examen que definirá su futuro inmediato. Si aprueban, podrán cursar como regulares las cinco primeras materias de la carrera; si no, deberán hacerlo como alumnos libres. Si bien de manera constante, para aludir a esa evaluación, todos -incluido este diario- hicieron referencia a un examen de ingreso, no se trata estrictamente de ello, ya que quienes reprueben no verán cortada la posibilidad de entrar a la facultad, si bien deberán iniciar el camino bajo la siempre difícil condición de libres. Claro que tampoco corresponde quitarle entidad a la medida adoptada por el consejo directivo. Es que se trata, sin dudas, de una restricción: no severa, pero sí altamente significativa. En la Argentina, los exámenes de ingreso estuvieron asociados históricamente a los regímenes de facto, surgidos de los funestos golpes de Estado. Muchos aún recuerdan, en efecto, los rigurosos filtros que existían en un pasado no lejano para acceder a todas las carreras, desde las más solicitadas hasta las más exóticas. En aquellas épocas, no pocos jóvenes se veían obligados a rendir, año tras año, varias veces hasta conseguir su objetivo: simplemente, estudiar. Por eso, apenas regresó la democracia una de sus primeras consecuencias fue el ingreso irrestricto a la Universidad, medida unánimemente aplaudida. Pero los tiempos, se sabe, no son los mismos, y entre las buenas intenciones y la crudeza de los hechos suele mediar un abismo. No hace falta demasiada perspicacia para describir las habituales penurias de la Universidad nacional: claustros insuficientes y a veces en pésimas condiciones; docentes desbordados y mal pagos, lo cual produce la consecuente caída del nivel académico, y permanentes conflictos gremiales que generan la interrupción del dictado de clases son sólo algunos de los innumerables problemas cotidianos. ¿Soluciona los males la restricción del ingreso, o funciona a modo de un difícilmente defendible paliativo? El debate al respecto debe ser integral, profundo y exhaustivo, e involucrar al conjunto de la sociedad. Y cabe recordarlo: debe ser dado a través de las herramientas que proporciona el diálogo, alejando cualquier vestigio de prepotencia o patoterismo. Lo que está en juego es demasiado importante como para desvirtuarlo con esos antiguos vicios de la política argentina.
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