La historieta argentina no pasa por un buen momento. Desde la desaparición de la revista Fierro (1992) ha perdido su medio tradicional de exhibición: el quiosco callejero. Ahora se la encuentra en la librería especializada o la galería de arte. Por eso la edición de La historieta argentina - Una historia supone la oportunidad de tomar contacto con un pasado cultural de extraordinaria riqueza.
El libro, publicado por Ediciones de la Flor, es el resultado de una investigación de Judith Gociol y Diego Rosemberg, que comprendió entrevistas a dibujantes y escritores, visitas a coleccionistas y rastreos en librerías de usados y bibliotecas públicas y particulares.
La historieta... propone un recorrido armado en base a una serie de temas: los hombres, las familias, los chicos, los héroes y superhéroes son algunos de los tópicos previsibles a la luz de la historia; más sorprendentes resultan otros como los negros, las creencias y los trotamares. Previamente se ofrece un panorama del desarrollo del género en la Argentina.
Una mirada diferente
Judith Gociol (1971) trabajó en la revista La Maga y el diario Clarín, entre otros medios, y realizó diversas investigaciones para libros periodísticos. Diego Rosemberg (1969) colaboró en diversos medios y al igual que Gociol integró el equipo de investigadores de la Survivors of the Shoah Visual Story Foundation, entidad presidida por Steven Spielberg; actualmente es miembro de la redacción de la revista 3 puntos, donde dialogó con este suplemento.
-¿Cómo definieron la organización del libro?
-En base a dos cuestiones. Una es que si bien hay muy pocos trabajos sobre la historieta argentina, todos la encararon desde un punto de vista cronológico. No queríamos hacer lo mismo, aunque nuestro libro tiene una parte cronológica, de contexto. La otra cuestión es que pensamos que esta lectura temática iba a permitir otro tipo de análisis, un análisis adicional que es ver cómo no sólo se desarrolló el género sino también cómo se desarrollaron la sociedad y sus valores. Un ejemplo muy gráfico es el capítulo de la familia, que comienza con un modelo de familia tradicional, de inmigrantes, donde la mujer está en la casa, y termina con una familia compuesta por una pareja gay. Eso permite ver el recorrido que hizo la sociedad.
-¿En vez de una historia total se propusieron un recorrido de interpretación histórica?
-También tiene que ver con lo que entiendas por una historia total. No digo que sea imposible pero requiere un tiempo y un trabajo muy difícil de concretar. Básicamente porque la historieta fue un material que no se acopió. No es que vas a los archivos y encontrás todas las revistas. Creo que el nuestro es un trabajo tan abarcativo como único porque los anteriores trabajos sobre historieta eran catalógicos, como el de Siulnas, que sólo enumeraba las historietas aparecidas año por año sin hacer ningún tipo de análisis ni descripción o eran parciales y se limitaban a los clásicos, como Oesterheld, Pratt, o Breccia, que son lo más grande de la historieta nacional pero no lo único. No se puede ignorar la popularidad de las producciones de Columba, García Ferré o Torino y nosotros las incluimos.
-¿Cómo resolvieron el problema de la falta de archivos en la investigación?
-Con gente que tuvo muy buena predisposición para prestar el material que lo guardó, coleccionistas e historietistas.
-Digamos que la historieta no está en las bibliotecas.
-Ahora comienza a estar. Pero las que hay se compraron con posterioridad, entonces hay muchas que no están porque ya no se consiguen esas colecciones. La historieta empieza a ser material interesante para las bibliotecas en los años 70, 80. La época de oro de la historieta en Argentina fue en los años 40, sobre todo en los 50 y parte de los 60. Y durante esa época las bibliotecas no compraban historietas.
-¿Ese sería un dato significativo de la ubicación del género en el campo de las instituciones culturales?
-Claramente fue así. La historieta fue siempre considerada un género menor, casi bastardo. No sólo en Argentina. Recién en los 60 fue objeto de estudio y comenzó a ser valorizada.
-A partir de las líneas temáticas, ¿plantean algún vínculo particular entre el desarrollo de la historieta y el de la sociedad argentina?
-En cada tema lo podés ver. Los primeros protagonistas masculinos de las historietas eran lo que podríamos llamar el típico chanta arribista con pretensiones de darse corte y demás; a fin de siglo aparece el trucho, que no es lo mismo. Ahí tomamos una definición de Jorge B. Rivera: el chanta en el fondo es inocente, te puede caer hasta simpático, es el piola, el vivillo; en cambio, el trucho es nocivo, es la leche envenenada, los caramelos de propóleo, causa un daño mortal. Después está el caso de las mujeres, que para protagonizar historietas, a principios de siglo, tenían que ser algo fuera de lo común, o tenían que manejar y encima lo hacían mal; o tenía que ser Pochita Morfoni, voraz por la comida. Después de un largo recorrido, se llega a la mujer que se ríe de sí misma, a los problemas de la mujer en su vida cotidiana, a la mujer que debe resolver su culpa entre ser madre y ser profesional. El conflicto inmigrantes-nacionalistas se puede ver también en la historieta, y sobre todo en cómo el gaucho es utilizado para reivindicar el ser nacional en una época donde la política oficial era la absorción de inmigrantes europeos para seguir el modelo de la generación del 80.
Industria nacional
-¿Podrían señalar un aporte específico de los historietistas nacionales?
-Argentina es un país exportador de historietistas. No se ha caracterizado por tener una producción de superhéroes, pero en cambio creó la figura del héroe colectivo, que alcanza su figura máxima con (Héctor Germán) Oesterheld. No es el primero: encontramos en el año 33 una historieta de Raúl Roux, el padre del pintor, que no sólo tenía esta experiencia del héroe colectivo sino que una parte se ambientaba en Buenos Aires, cosa que Oesterheld llevó al paroxismo. Esa concepción del héroe -la de un grupo que lucha por una causa donde todos se necesitan mutuamente-, la aventura planteada fuera del maniqueísmo y la idea de que las victorias nunca son completas sino que están acompañadas por sinsabores, todo eso es un sello de la historieta argentina.
-¿Cómo ven la situación actual de la historieta?
-No muy alejada de lo que es la situación actual de la cultura argentina. Si los años 50 dieron la época de oro de la historieta, también dieron la época de oro del cine argentino; y en los 60 fue el boom de la literatura. Que los historietistas argentinos triunfen en el exterior y no en el país tiene que ver con muchas cosas, con la televisión, los medios electrónicos, una competencia que antes no existía. De hecho aquí se vende mucho manga japonés y uno podría preguntarse por qué no se vende la producción nacional; el manga tiene atrás un aparato de marketing y en Argentina nadie apostó a eso porque es un negocio que no da dividendos rápidos. Pero aunque hoy no existan editoriales, la historieta tiene un público que se mantiene fiel.