La obra de El Solar de Victoria arrancó hace un año y medio en una ciudad poco habituada a los grandes emprendimientos. El letargo característico del victoriense quien, por ejemplo, jamás interrumpe su siesta sagrada, se revolucionó. Ciertos operarios del lugar no salían de su asombro al ser requeridos con celeridad. Les pedías algo de urgencia y te decían: «Vení mañana», dijo el encargado de la obra, Andrés Domato. Toda una evidencia. Sin embargo, el tiempo logró los cambios que parecían imposibles. Incluso, la conducta de quienes llegaron desde Buenos Aires mutó. Acá la vida es tranquila y no existe el nivel de estrés de las grandes ciudades, dijo Domato, quien vive en Victoria desde 1999. Abrís la ventana de tu casa y tenés una pradera, una colina o la vista al río. El trabajo es duro pero se suaviza con el entorno de esta hermosa ciudad, remató.
| |