A pesar de la lluvia que se abatió sobre la ciudad del Vaticano, miles de fieles participaron ayer la plaza de San Pedro junto con el Papa Juan PabloII en los actos de finalización del año del Jubileo. Frente a la puerta, cerrada, el Sumo Pontífice, rezó y escuchó las palabras del cántico con las letras Cristo, ayer y hoy principio y fin (El Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo), que ya se habían entonado en el momento del inicio del acto.
En los Años Santos, los creyentes pueden obtener la indulgencia a través de la oración y la penitencia. La Puerta Santa, por la que deben pasar como parte de los rituales, simboliza la entrada al paraíso.
Precedido de una procesión con el libro de los Evangelios, el Papa se dirigió posteriormente al estrado, con paso lento, para oficiar la misa, marcada por la solemnidad de la Epifanía.
La ceremonia se llevó a cabo en medio de fuertes medidas de seguridad. El área alrededor de la plaza fue acordonada, en tanto que sobre el centro de Roma sobrevolaron varios helicópteros de los Carabineros (policía).
El balance del Papa
Con la misa se cerró de forma oficial el año del Jubileo de la Iglesia Católica, que se celebra cada 25 años. Ayer al mediodía el Vaticano dio a conocer un documento apostólico del Pontífice, en el que hace un balance del año. El documento Novo Millenio Ineunte (el nuevo milenio que comienza) supone un balance y es la primera vez que un pontífice firma una carta apostólica en público, un gesto que fue acogido con un cerrado aplauso de los asistentes al acto.
En la extensa carta apostólica se dice que un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un vasto océano sobre el que debemos aventurarnos, confiando en la ayuda de Cristo. El Jubileo nos ha hecho sentir que dos mil años de historia han pasado sin disminuir la actualidad de aquel hoy, con el que los ángeles anunciaron a los pastores el acontecimiento de Jesús en Belén, dijo Juan PabloII.
Al comienzo del nuevo milenio, mientras se cierra el Gran Jubileo en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús y se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a «remar mar adentro» para pescar, aseguró.
Siento el deber de dirigirme a todos vosotros para compartir el canto de alabanza. Había pensado en este Año Santo del 2000 como un momento importante desde el inicio de mi pontificado. Pensé en esta celebración como una convocatoria providencial en la cual la Iglesia, treinta y cinco años después del Concilio Ecuménico VaticanoII, habría sido invitada a interrogarse sobre su renovación para asumir con nuevo ímpetu su misión evangelizadora, señaló.
El Papa también recomendó a los católicos que sigan propiciando el diálogo intereligioso. Defendió además el documento Dominus Iesus, impulsado por el cardenal Joseph Ratzinger, que reafirma la unicidad de la Iglesia Católica Romana y que coloca el advenimiento de Jesús en el centro del camino de la salvación del hombre. La supuesta condena en el documento de la pluralidad religiosa le granjeó en su momento severas críticas por parte de los líderes de las comunidades judía y protestante.