Año CXXXIV
 Nº 48989
Rosario,
sábado  06 de
enero de 2001
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cartas
Nadie ayudó a Cachilo

Cabe recordar que Cachilo, vagabundo que pintaba graffitis, no murió en un hospital entre sábanas blancas y atención médica. Murió tirado en calle Sarmiento entre San Lorenzo y Tucumán, en la vereda de los números impares. Si bien le daban de comer y le alcanzaban ceritas, a ningún humanista se le ocurrió sacarlo de su miserable condición de indigencia, aunque algún defensor escribiera por ahí que el hombre era vagabundo porque quería ya que había sido comerciante, lo que no justifica nada. Edgard Allan Poe era alcohólico y a nadie le importó. Pero cuando murió se hicieron negocios con sus escritos. A Cachilo nadie lo ayudó, tal vez porque convenía conservarlo como una especie de monumento de carne y hueso. Si se lo aseaba y se lo ubicaba en un lugar digno donde fuera atendida su salud ya no tenía gracia. Hoy la legión de quienes conocieron a Cachilo se compara únicamente con los amigos postizos de Olmedo. Nada más que éste por ser mas cuerdo ascendió por propia voluntad a la fama y el otro, como Poe y tantos más, tuvo que morir tirado
Ignacio Escalante


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