Año CXXXIV
 Nº 48989
Rosario,
sábado  06 de
enero de 2001
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Caras del campo
El vicegobernador apuesta a los intensivos
Marcelo Muniagurria se decidió por el cultivo de naranjas. En su campo de Fighiera, de 142 hectáreas, cuenta con 27 mil plantas

Florencia O'Keeffe

En 1936 don Alberto Paz, quien fue intendente de Rosario y diputado por la Unión Cívica Radical decidió invertir parte de sus ahorros en tierras. La zona elegida fue Fighiera, y el lugar preciso, unas 300 hectáreas al borde del río Paraná. Esa elección tuvo una influencia insospechada en su nieto, Marcelo Muniagurria. El actual vicegobernador de la provincia de Santa Fe y ex presidente de la Sociedad Rural de Rosario y de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) no viene de una familia de productores agropecuarios pero desde los 17 años está al frente del campo que compró su abuelo. Hoy trabaja 142 hectáreas dedicadas a la explotación de citrus, con 27 mil plantas.
A los 17 años me vine a vivir tres años en condiciones completamente diferentes a las de ahora, sin luz, sin teléfono, con accesos mucho más complejos, recuerda, sentado en la oficina de la casa de campo a la que ahora se escapa cada vez que la agenda con sus obligaciones de funcionario se lo permite.
Actualmente el vicegobernador es propietario, junto con uno de sus cuatro hermanos, de 142 de aquellas hectáreas que originalmente compró su abuelo y en las que Muniagurria levantó una explotación de citrus. Aunque durante mucho tiempo se ocupó en forma directa del manejo del campo, la dirigencia rural primero, y su participación política luego, lo obligaron a asociarse con un grupo de personas de la zona que realizan la explotación propiamente dicha.

Entre naranjas y fierros
Yo me ocupo del control técnico y del mantenimiento de la plantación para que cuando la vuelva a recibir esté en las mismas condiciones en que la entregué, señala.
A la muerte de su abuelo, había en el campo de Fighiera unas 6 mil plantas. Hoy hay 27 mil. De las 300 hectáreas que mi abuelo compró en su momento, 150 eran para agricultura y 150 para frutihorticultura. La parte agrícola fue vendida por mis otros dos hermanos y yo me quedé, junto a mi hermano Alberto, que es médico, con las 142 hectáreas actuales. De ese total, 100 están destinadas a la explotación naranjas. El campo cuenta también con un galpón de empaque.
También hay otro galpón, que fue arreglado como taller, y en el que el vicegobernador despliega su hobby: arreglar, armar y desarmar autos y jeeps antiguos.
Después de trabajar durante algunos años in situ, Muniagurria descubrió que para manejar el campo necesitaba afinar sus conocimientos. Fue así como se recibió de ingeniero agrónomo. Su tesis fue, precisamente, la citricultura.
Después se casó, tuvo dos hijas, y durante más de diez años volvió a vivir a esa casa de Fighiera.
Ya en los 80, cuando empecé a tomar un poco más de visión nacional, a trabajar en el Inta y a salir del microclima del campo, me dí cuenta de que una superficie como esta y a un precio de la tierra como el que se consigue acá, la explotación agrícolo-ganadera tradicional no era redituable de ninguna manera, relata y agrega que mucho menos se podía pensar en sostener con un cierto nivel de ingresos a una familia con cuatro hermanos. Por eso, se animó con la explotación intensiva.
Muniagurria fue durante un tiempo productor exclusivamente hortícola. En ese campo se producían frutillas, zapallitos, choclo, berenjena, tomate, entre una veintena de cultivos. Llegué a manejar 50 hectáreas de horticultura, había más de 50 personas trabajando acá, recuerda.
Pero la posibilidad de seguir la tradición citrícola lo entusiasmó y al poco tiempo de embarcarse en esa empresa estaba comercializando sus naranjas en Rosario y en Buenos Aires.
Cuando arranqué con el proyecto, tener 100 hectáreas de citrus era para una élite del 7% de la Argentina, hoy 100 hectáreas de citrus es una explotación razonable para sostener a una familia que viva en el campo, evalúa.
Ya en la década del 70 Muniagurria tenía montado en su campo de Fighiera un sistema de riego que muchos años después se empezó a implementar en Argentina. Visité explotaciones de Brasil, Europa y Estados Unidos varias veces y apliqué toda la tecnología que pude, siempre teniendo en cuenta el costo argentino, señala y asegura que la plantación tiene un nivel de tecnología muy bueno comparado con la media del país.
Incluso, estoy llevando adelante un ensayo desde hace seis años que me gustaría aplicar en toda la plantación porque da muy buenos resultados, pero sólo lo puedo hacer en pequeña escala por los costos, dice.
A punto de cosechar, el ex presidente de CRA no disimula su satisfacción porque, asegura, lo que planificó oportunamente da resultados. Plantar árboles, menciona, requiere de una filosofía muy particular.

Todo está planificado
Las 27 mil plantas están distribuidas en lotes iguales de 6 hectáreas con la misma cantidad de plantas por lote, cada uno con cortinas dobles de pinos, con su numeración correspondiente: Hasta los postes de la luz están planificados, señala con una sonrisa.
La cosecha en el campo de Muniagurria se inicia normalmente alrededor del abril y se termina a fines de marzo. Todo está planificado como proceso productivo constante lo que me permite eliminar los factores distorsivos, o manejar contratos eventuales, explica.
Muniagurria insiste en aclarar que no tiene la mentalidad del productor medio y aclara que eso significa que si bien festeja cuando hay un precio bueno que le permita recuperar las pérdidas mi proyecto siempre apunta a que el ingreso supere el costo de producción, yo busco estabilidad.
El funcionario provincial está convencido que la clave para manejar una plantación de esta naturaleza está en distribuir la producción de la siguiente manera: 30% para la industria, 30% para el mercado interno y 30% para el exterior.
Esas son las tres patas que garantizan continuidad, resume, y agrega que por la calidad y el tipo de frutas que salen de su explotación eso es posible, aunque los contratistas que hoy la operan no han elegido este camino. Respeto la decisión pero yo haría otra cosa, explica.
Después de la charla, Muniagurria se pone en la piel de guía especializado y a pesar del calor invita a un recorrido por el lugar. No puede ni intenta disimular su entusiasmo por el campo, da detalles, habla de números, recuerda y sobre todo transmite una certeza: en algún momento volverá a vivir allí.



Muniagurria tiene 142 hectáreas en Fighiera.
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