Año CXXXIV
 Nº 48.985
Rosario,
martes  02 de
enero de 2001
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Robo, violencia y disparos cruzados en un local de General Lagos
Policía baleado en un cruento tiroteo dentro de un comercio de pirotecnia
Tres asaltantes se enfrentaron con agentes de Arroyo Seco. Fue milagroso que no se produjera una explosión

Tres delincuentes armados irrumpieron en un comercio de pirotecnia de General Lagos y a los pocos minutos se enfrentaron a balazos con policías del Comando Radioeléctrico de Arroyo Seco, que habían acudido a ese lugar alertados por una llamada telefónica. Como saldo de la balacera un efectivo que cumplía funciones de custodia en el sitio recibió un disparo en la espalda que no fue de gravedad, pero todo pudo ser mucho peor. Los asaltantes, que lograron escapar llevándose dos mil pesos, comenzaron a disparar cuando se vieron cercados por la policía y tenían a unas 10 personas amontonadas dentro de una pequeña habitación en el interior del local. Un milagro hizo que ningún proyectil alcanzara la mercadería almacenada y exhibida en el salón y transformara el sitio en una trampa mortal para todos.
El violento asalto se produjo en el local Pirotecnia General Lagos, ubicado sobre la ruta provincial 21, a unos 30 kilómetros al sur de Rosario. En ese lugar se almacenan y se venden fuegos artificiales importados de China. Cuando faltaban pocos minutos para las 22 del último sábado, el propietario del negocio, Eduardo Civarolo, se encontraba junto a otras nueve personas, entre las cuales estaban su mujer, dos hijos y un policía que cumplía servicio de custodia en el lugar. A esa hora, el negocio ya estaba cerrado y la mayoría se preparaba para retirarse. Estábamos acomodando todo y reponiendo mercadería para irnos cada uno a su casa, recordó ayer Civarolo.
Los tres delincuentes llegaron al lugar tras romper el cerco perimetral que delimita el predio. El sitio escogido para hacer el agujero en el tejido estaba a unos cincuenta metros de la casa que funciona como salón de ventas y oficinas, en la parte trasera del terreno.
Ayer no se descartaba que el trío hubiera recibido apoyo desde el exterior, o al menos utilizado herramientas específicas para cortar en forma prolija el tejido metálico.
Con sus rostros descubiertos y empuñando cada uno una pistola nueve milímetros, los asaltantes redujeron al policía que custodiaba el lugar. Civarolo, en diálogo con La Capital, reconoció que alcanzó a observar el momento exacto en que el policía era controlado por los maleantes. Lo primero que hice fue avisarle a todos que nos estaban asaltando y que se tiraran al piso, dijo el comerciante, un militar retirado con 17 años de servicio.
El dueño del negocio alcanzó a esconderse en una pequeña oficina, pero enseguida fue descubierto por uno de los pistoleros, que derribó la puerta de una patada. Pensé que me iba a matar porque el tipo creyó que yo había avisado a la policía. «Llamaste a la cana, hijo de puta», gritó y enseguida me agarró de los pelos. Creí que me metía un balazo en la cabeza, admitió Civarolo, quien fue arrastrado hasta un pequeño ambiente donde está instalada una cocina.
En ese lugar, de dos 2 metros por 1,50, ya estaban tirados en el piso su mujer, dos hijos, un socio y cuatro empleados. Todas esas personas fueron conducidas allí a fuerza culatazos en la cabeza y empujones. Mientras uno de los maleantes los vigilaba, los otros dos comenzaron a revolver cajones y repisas en busca de dinero. Así lograron apoderarse de unos dos mil pesos, que era lo recaudado durante los últimos días. Cuando los asaltantes estaban en eso, llegaron los primeros patrulleros de Arroyo Seco.
Civarolo destacó la rapidez con que llegaron los uniformados. No sé que hubiese pasado conmigo. Porque desde que me descubrieron en la oficina hasta que uno de ellos dijo «llegó la cana» pasaron menos de tres minutos, contó el comerciante. El arribo de la policía hizo que los delincuentes comenzaran a disparar sus armas. El intercambio de disparos fue intenso, a tal punto que el sargento ayudante Joaquín Anselmo Ojeda, que cumplía tareas adicionales en el lugar, recibió un balazo en la espalda a la altura del omóplato derecho, según fuentes policiales.
Apenas empezaron los tiros, lo único que hice fue tirarme encima de mi gente. Eramos casi diez personas, todas amontonadas en el piso. Estábamos aterrados, agregó Civarolo. Los delincuentes se tirotearon con la policía desde distintos puntos del negocio, atiborrado de artículos de pirotecnia por el Año Nuevo, hasta que no soportaron más la presión y decidieron escapar. Dos de ellos salieron por una puerta lateral, mientras que el restante, en su desesperación por huir, forzó los barrotes y saltó a través de una ventana.
Los tres fugaron por la parte trasera del predio hacia un descampado. Fuentes policiales consignaron ayer que dos de ellos estaban identificados, pero al cierre de esta edición ninguno pudo ser detenido. Tuvimos la suerte de que ningún proyectil impactara en la mercadería -remarcó Civarolo-. Un solo petardo tocado por una bala habría hecho que todos voláramos en pedazos.



El negocio donde se produjo el tiroteo.
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