Año CXXXIV
 Nº 48.984
Rosario,
domingo  31 de
diciembre de 2000
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San Juan: un cruce libertador
Quince expediciones a los caminos por donde anduvo el ejército de San Martín

Corina Canale

El cruce de los Andes en 1817 significó para el ejército del general San Martín un hecho trascendente en la gesta emancipadora de América y ahora, hasta abril de 2001, el paso hacia Chile por los caminos del Libertador significa emprender una de las quince expediciones turísticas que recreará aquel peregrinaje.
Los expedicionarios cabalgarán acompañados por guías de montaña, hombres que conocen como nadie esos agrestes senderos. Pero también lo harán junto a guías historiadores que revivirán para ellos, en la soledad de la montaña, los días vividos por San Martín y los 5.000 soldados que compartían sus ideales.
En aquel tiempo todo se iba descubriendo día tras día en una geografía desconocida; ahora, los guías naturalistas ya saben con qué fauna y con qué flora se encontrarán. Y son expertos en interpretar la rica geología de los altos valles calingastinos.
Conocer la tierra por la que se cabalga no merma, para nada, la emoción de encontrar junto a la majestuosidad del río Volcán el altísimo pico nevado del Aconcagua (6.959 metros), la montaña más alta del continente y una de las cumbres más codiciada por los escaladores del mundo.
También se divisa en el trayecto el cerro Mercedario, de 6.770 metros, con su cumbre cubierta de nieves eternas y glaciares de tonos azulados.
En aquel tiempo, más precisamente el 24 de enero de 1817, el Regimiento de Granaderos a Caballo, el Escuadrón Rescolta y parte de los Servicios Auxiliares del Ejército de los Andes partieron para cruzar el límite cordillerano por los pasos de Las Llaretas, La Honda, Ortiz y Valle Hermoso.
Los generales José de San Martín, Miguel Soler y Bernardo O'Higgins iban al comando de esas tropas que iniciaban una incierta peregrinación. En cambio, los expedicionarios emprenden ahora una aventura segura y confortable que se inicia en la ciudad de San Juan, cuando los operadores turísticos los reciben en el aeropuerto y los llevan a Barreal.
Al otro día, muy temprano, los expedicionarios salen a bordo de camionetas todo terreno hasta el cercano paraje Pampa Negra, donde por primera vez almuerzan todos juntos y abordan una de las tareas más emocionantes: elegir la propia cabalgadura.
El tercer día, después de un desayuno nutritivo, se inicia la ascensión al paso Espiancito, que se encuentra a 4.500 metros sobre el nivel del mar -una memorable experiencia de sucesivos portezuelos-, de la que se vuelve para la cena y el descanso reparador en Vegas de Gallardo.
El primer día de cabalgata es un preámbulo necesario para recorrer luego el Valle de los Patos y llegar a Valle Hermoso, el límite argentino-chileno y el último lugar donde durmió el general San Martín durante la travesía. Tal vez los relatos sobre este lugar y las reflexiones que el Libertador se permitió allí sean la causa del profundo sentimiento que despierta el valle.
Quedan, para otras emociones, la visita al Rancho de Lata; el recorrido a 4.300 metros de La Honda y la llegada a Manantiales en cuatro por cuatro, ya lejos de cabalgaduras y baqueanos. Y también, porque se está muy lejos de aquellas incertidumbres que ensombrecían el alma del general, es bueno disfrutar de los parajes que ofrecen abundante agua y leña, y que son los mejores para armar el campamento y dedicarse a pescar truchas.


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