Año CXXXIV
 Nº 48.984
Rosario,
domingo  31 de
diciembre de 2000
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El ordenador musical de imágenes
Felipe Aldana, un nombre clave en la literatura de Rosario
Hoy se cumplen treinta años de su muerte

Presentar un poeta es ponerse en contacto con los principales problemas de la poesía; es penetrar en una selva peligrosa por lo muy explorada, donde el peligro se encuentra en la multitud de caminos falsos que se abrieron.
Si nosotros decimos del poeta que nos ocupa, de Rainer Maria Rilke, que es un verdadero representante de la filosofía existencial, no faltará quien nos diga: ¿Nos ocuparemos hoy de un filósofo o por el contrario de un poeta? Y el que habla se verá obligado a explicar sus palabras:
-He querido decir -expresaré- que a través de la poesía de Rainer Maria Rilke podemos notar la tendencia señalada.
Y aun así nuevas preguntas surgirán en forma natural. Se dirá: ¿Es que al hablar de un poeta debemos referirnos a su pensamiento filosófico o a la parte de su obra que lo distingue como poeta? Pero todavía así, llevando las preguntas al extremo estaríamos frente al problema de si la poesía es forma o contenido; si es contenido y forma; o cuál de los dos extremos predomina. Quiero decir con esto que debido a los problemas que surgieron en este campo de la cultura, es necesario, antes que nada, que explique desde qué plano haré mi labor estimativa esta tarde. Solamente así puede uno ser llano hablando de estos temas, donde se trata de poner orden y hacer una exposición que pueda escucharse sin disgusto.
Es la poesía lírica una parte ni grande ni pequeña del país literario. Su importancia está en relación directa con la necesidad que dio origen a todo el desarrollo artístico.
Esta necesidad ha sido explicada por artistas y científicos; Freud sobre todo es autor de una teoría al respecto que ha sido y es muy discutida.
Para Freud el artista es originariamente un hombre que se aparta de la realidad, porque se niega a aceptar su exigencia primitiva de renunciar a satisfacer sus instintos y dar libre curso a sus deseos eróticos y ambiciosos en el mundo de la imaginación. Sin embargo, halla el camino de retorno de la vida de la imaginación a la vida real plasmando, gracias a talentos específicos, sus fantasías en una especie de realidad que es admitida por los hombres como preciosa imagen de la realidad.
Lin Yutang, el escritor chino, tema de conversación en los salones, dice que no alcanzamos a comprender el arte y la esencia del arte si no lo reconocemos simplemente como un exceso de energía física y mental, libre y sin trabas y que existe porque sí. En muchos escritores el origen de la obra artística ha sido designado como un intento de creación, fuente singular de la personalidad especialmente destinada a tal fin.
A través de estos intentos de explicación podemos advertir que en realidad existe una sobrecarga de energía, una fuerza voladora como el viento que busca la vela dormida, plegada en actitud de ausencia, talento específico según Freud que al recibir la caricia vital hincha el pecho y turgente arrastra a la embarcación dibujando caprichosas figuras en las aguas viajeras del río.
Las obras de arte que viven en las regiones del espíritu nos muestran entonces cerillas de plata labrada que nos conducen a su origen biológico, hasta hacer del arte un músculo palpitante, un corazón más del cuerpo humano que lo mantiene atado a las cosas de la tierra.
La importancia del arte reside en su condición de órgano indispensable del cuerpo humano. De aquí su grandeza y también su limitación.
Trataremos ahora de separar la poesía del conjunto de la creación artística. Su definición no puede darse diciendo que es una sobrecarga de energía plasmada gracias a talentos específicos, porque esto pertenece al arte en general. Un rasgo distintivo debe tener para que podamos darle un nombre, para ver su forma independiente entre multitud de cosas (que) se confunden, se tocan y penetran. Y si ustedes se fijan se habrán dado cuenta que he dicho forma. Esta palabra fue colocada ex profeso porque el rasgo distintivo de la poesía se reduce a una cuestión formal.
Paul Valéry dice que las más grandes obras en verso toman prestada una parte de su sustancia y de su interés a nociones que la prosa más indiferente hubiera podido recibir. Quiere decir con esto que no hay temas poéticos y otros que no lo son. Todo puede considerarse como sustancia poética siempre que reúna ciertas condiciones. Si no es el contenido, indudablemente, debemos buscar en la forma las condiciones necesarias para poder definir la poesía.
Aquí ya podemos establecer distinciones con otras actividades literarias. Si tomamos la filosofía y la poesía vemos que la primera se expresa por un lenguaje conceptual directo mientras que los poetas comunican sus sentimientos e ideas por medio de imágenes. El poeta trabaja con esta materia preciosa, la precisa, la cambia, es en última instancia un ordenador de imágenes.
No ha terminado nuestro camino; un ordenador de imágenes puede escribir en prosa, el poeta se distingue por otra peculiaridad que fue perfectamente diferenciada por el movimiento simbolista: me refiero a la música del lenguaje poético.
La musicalidad, el ritmo, la métrica son sinónimos que definen el rasgo singular de la poesía, lo que permite diferenciarla, individualizarla. Musicalidad, ritmo, métrica, son distintos nombres para designar un mismo hecho porque la musicalidad es ritmo, el ritmo, métrica y la métrica la estratificación del ritmo.
Por eso, poeta es el que ordena musicalmente las imágenes por medio de la palabra. Y ahora que bogamos en aguas tranquilas, puede encararse el tema de la valoración.
Cuando queremos definir la poesía nuestra atención se concentra en la forma; veremos cómo el contenido pasa también al primer plano.
Si la poesía consiste en ordenar musicalmente una serie de imágenes, un poeta será más grande que otro hasta el punto que haya dominado la música de la palabra y según el orden dado por las imágenes. Porque de la disposición y de la finalidad surgen procesos mentales y provocan emociones; llegan como claridad lunar o como rayos de sol; son refrescantes como brisas o refrescan y enriquecen como lluvia. Si nos asomamos con esta lente a las obras de Rilke alcanzaremos a ver una parte de su grandeza. El mundo de su fantasía traspasado de realidad, máquina sonora y cantera de observaciones.
En este punto es bueno detenerse un momento para ordenar lo recogido en el camino. La musicalidad es lo que distingue a la poesía de cualquier otra actividad literaria. Y sin embargo no podemos definirla así. El lenguaje, la palabra, tiene un significado conceptual y cuando éste se sacrifica por su música pasamos al canto y nos encontramos actuando dentro de una rama muy distinta del arte.
Cuando la oscuridad, la incomprensión son una consecuencia de la búsqueda de musicalidad se ha matado a la palabra y ya no es poesía porque hemos traspasado su propio corazón. La poesía es musicalidad en función de la palabra.
Este es el mejor argumento a favor del sentido y del contenido de la poesía contra todos los ismos que buscan por todos los caminos una nueva manera de expresión y que llegan a pregonar el arte por el arte.
Podemos decir que lo que distingue a la poesía es la musicalidad pero dentro de su esencia existe un rasgo común al arte literario que le impide flotar como una pompa de jabón, o como solitario fantasma luminoso.
Todo el que se exprese musicalmente, en una combinación de imágenes, por medio de la palabra, será poeta. Pero la musicalidad puede ser pobre, las imágenes sin brillo, la idea vulgar, la emoción ramplona. Por eso habrá buenos y malos poetas, o poetas mediocres, aunque todos pertenecen a una misma familia.
Nosotros queríamos valorar esta tarde pero únicamente después del camino recorrido podemos decir que Rilke es un insuperable poeta. Porque al decir poeta sabemos a qué región del espíritu pertenece y al decir insuperable (sabemos) que ha logrado la extrema musicalidad, las imágenes más originales, las ideas más sutiles, las emociones más delicadas.



El escritor junto a su sobrino.
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