Año CXXXIV
 Nº 48.984
Rosario,
domingo  31 de
diciembre de 2000
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El golpe de gracia
Promesas... quiero promesas

Silvio M. Valli

Mi Outsider Personal me aguardaba agazapado entre las vacías botellas de cerveza que a guisa de vítreo césped decoraban el ámbito propicio para la aventura y la excitación que es la placita del Che, en Tucumán y Mitre.
Como expulsado por un invisible resorte, Out surgió para espetarme: Don Valli, acabo de ver en video «El senador Bullwort», protagonizada, escrita dirigida, etc., por Warren Beatty, que trata de un supuesto senador norteamericano que adopta como método para su campaña proselitista decir la verdad; más precisamente, no prometer nada, salvo realidades.
Usted se imaginará cómo termina su quijotesca gestión, por eso es que por su intermedio, ya que es un cronista de larga data, le pido que le haga saber a quien corresponda que ¡no quiero más realidades; quiero promesas!; no quiero terminar como el senador Bullwort.
Quiero promesas a lo Churchill, cuando aturdido por las Verboten, esas bombas teledirigidas que Hitler le mandaba en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, sentenció: «Sólo les prometo sangre, sudor y lágrimas», y los ingleses, contentos.
Don Valli, estoy harto de realidades, por eso es que quiero para el nuevo milenio (y los que vendrán), pro-me-sas. Quiero que me mientan, que me engañen, que me dejen de azotar con realidades. Promesas, aunque sepa que no van a cumplirlas.
Pero Out, ¿no cree usted que en su súplica hay mucho de fatalismo resignado? Me da la impresión de que usted ha optado por las ficciones de verdad, en lugar de las verdaderas ficciones. En el cine se cuenta a la realidad ficcionalmente mientras que en las verdades ficciones se usa la realidad para hacer creer una mentira.
Creo, don Valli, que los brindis le han mezclado las neuronas. Le reitero: prométame, prométanme; la promesa es como una caricia. Quiero sentir la mentira como si fuera una verdad venturosa. Ya lo dijo el bardo: «Pesad promesas con juramentos y pesareis la nada. Porque entre una realidad cruel y una promesa a incumplir, me quedo con la promesa... Es menos dolorosa.


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