| | Zoom Celia Cruz: "La nostalgia no se cura"
| -¿Usted es de las que piensan que el último disco es siempre el mejor? -Claro, este es buenísimo. Pero Siempre viviré es mi disco número 78, entonces hay muchos otros buenos. El anterior, que era un homenaje a Lola Flores, tenía cosas muy lindas. Pero quizá por la tristeza y todo eso la canción que funcionó mejor fue El carnaval de la vida. En mi nuevo álbum hay de todo: un tango, una pachanga, un dúo con Vicente Fernández... -¿Cómo fue trabajar con Estefan? -Hay gente que me tiene miedo, pero cuando ven que soy normal, es fácil trabajar conmigo, porque escucho lo que quiere el productor. Emilio es complaciente. Y no grita. Pero no debutábamos, porque ya trabajamos juntos en un tema que hice con Gloria Estefan, Echale agua a la sopa. -O sea que es reina de la salsa, pero no diva. -Exacto, reina lo dicen ustedes, pero diva no soy. Si hay que repetir una canción, la repito. Al final soy yo soy la que da la cara y la que aparezco en la foto del disco. Y eso sí, que no me impongan un número que no quiero porque entonces rompemos relaciones. -Después de 50 años de carrera, ¿se distingue el trabajo de la vida? -Son cosas distintas, pero estás tan metida en esto, tienes tantos compromisos, que pierdes amistades. No me puedo poner a hablar por teléfono de tonterías o chismes con mis amigos. Y tampoco soy muy visitadora. Sin embargo también hice amistades trabajando, gente importante. A veces, la misma gente la hace a una ser hipócrita, unos vienen de parte de tal y cual, otros no, y yo los trato igual a todos... Ya no puedo restar, sólo debo sumar. -¿Pero tiene vida aparte del trabajo? -Sí, muy sencilla, no tengo hijos, y mi único compromiso es Pedro (Knight). Estamos juntos desde el 14 de julio del 62 que nos casamos, aunque lo conocía de antes porque tocaba la trompeta en la Sonera Matancera. -¿Hablamos de Cuba? -No, porque me viene el mal humor. -¿Se cura la nostalgia? -No se cura, no se pasa, ni se olvida. -¿Cree que podrá volver? -Espero que sí, porque la esperanza es lo último que se pierde. Yo no quiero que nadie se muera, pero si Fidel se muere, mejor. Total, nadie vino aquí a quedarse como semilla para siempre. Y él no deja de hacer discursos de ocho horas en las que repite todo el tiempo las mismas cosas.
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