Año CXXXIV
 Nº 48.980
Rosario,
miércoles  27 de
diciembre de 2000
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Editorial
La hora del despegue

La crisis argentina ya lleva un tiempo demasiado prolongado y sus repercusiones sobre el estado de ánimo de la población resultan tan innegables como graves. Sin embargo, sobre el filo del 2000 se han producido varias señales que permiten vislumbrar un inminente cambio de rumbo.

Después del notorio remezón político que significó para el país la renuncia del vicepresidente Alvarez, cuya drástica decisión hizo que la nave del gobierno vacilara, Fernando de la Rúa parece ir encontrando -aunque con lentitud- algunas de las llaves que le permitan abrir una puerta que hasta ahora se hallaba herméticamente cerrada.
Sin dudas, el respaldo que significó la obtención del blindaje económico, que funciona a la manera de un gigantesco paraguas para evitar las dramáticas consecuencias que podría acarrear la cesación de pagos, representa un fuerte aliciente para la gestión de la herida coalición gubernamental. Pero el reaseguro que el blindaje constituye no alcanza, en sí mismo, para convertirse en la chispa que encienda el apagado motor de la economía.\En tal sentido hace falta, además de la confianza de los organismos financieros internacionales, una elevada dosis de coraje, creatividad y liderazgo. En recientes reportajes concedidos a este diario, tanto el jefe del Estado como el intendente Hermes Binner dieron a entender, cada uno en su estilo, que el momento del despegue acaso esté por llegar. Superadas parcialmente las diferencias internas de la Alianza, acercamiento del renunciante Alvarez incluido, por ese lado -y con un elenco de ministros mucho más homogéneo que el anterior- las expectativas pueden darse por satisfechas.\El rol de la oposición no parece ser el palo que obstaculice la marcha de la rueda, más allá de los categóricos reclamos planteados a través de las voces de los principales referentes sindicales. Es que pocas dudas pueden caber de que cuando la maquinaria se ponga en movimiento casi todos van a acompañar con su esfuerzo ese esperado impulso hacia adelante. Los indicios dan pie para expresar un moderado optimismo. Es que no se puede, ni se debe, aguardar milagros.\ Al país se le ha concedido, en síntesis, una nueva oportunidad. Ojalá que quienes tienen el privilegio y la responsabilidad de conducirlo sean capaces de dar con el camino correcto, y así evitar que la frustración prosiga empañando el presente de los argentinos.


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