Para la familia Carrizo la noche de Navidad fue un infierno. Un vecino del barrio Hostal del Sol -avenida Jorge Newbery al 8900- organizó una fiesta a la que concurrieron unas 700 personas que pagaron una entrada de diez pesos y que derivó en un escándalo. Se nos quisieron meter adentro de la casa, rompieron una ventana, orinaron al aire libre y hasta hicieron el amor a la vista de todos, recordó Martín, uno de los hijos de la familia que se vio invadida por los festejos navideños.
La fiesta se desarrolló en un terreno de 40 metros de ancho por 52 de largo en el que sólo hay edificada una pequeña pieza. Alambrado de por medio viven los Carrizo. La mañana del 24 todavía no imaginaban lo que sucedería en las primeras horas de la Navidad y mientras se disponían a cocinar un lechón para la noche, su vecino, del que sólo conocen que se llama Andrés, les comunicó que haría una fiesta familiar.
Me dijo que iba a hacer una fiesta para unas cincuenta personas y me preguntó si no me molestaba si ponían música, recordó Martín, que en ese momento no tuvo inconvenientes de que el evento familiar se desarrollara esa noche a metros de su casa.
Pero a la tarde las cosas empezaron a cambiar. Llegó un camión y empezaron a descargar latas de cerveza, mesas y sombrillas. Se colocaron tarimas para que las chicas bailaran y hasta pusieron dos baños químicos, indicó Martín.
Instalaron unos parlantes enormes, juegos de luces, rayos láser y hasta desplegaron cinco personas de una empresa de seguridad privada, relató el ofuscado vecino.
Estaban alcoholizados
A las tres de la mañana y mientras los Carrizo brindaban por la Navidad, la fiesta de sus vecinos llegó a su máximo esplendor. Llegamos a contar 200 autos, había unas 700 personas y bastante alcoholizadas, señaló Martín. A esa altura, algunos jóvenes comenzaron a orinar hacia el terreno de los Carrizo y hasta entraron con sus autos buscando un lugar donde estacionar. Fui a quejarme y me pidieron entrada, dijo Martín y subrayó que el ingreso lo cobraban diez pesos.
Realmente sentí miedo, confesó Ester, su madre, quien también recordó lo que por esas horas ya era insoportable. Orinaban a metros de nosotros, nos decían groserías y encima empezaron a tirar bombas de estruendo sobre el techo de nuestra casa, indicó.
Los Carrizo decidieron entonces llevarse a su familia temiendo alguna agresión. Tengo un bebé de un mes y medio, y había además tres chicos que estaban muy asustados, recordó Martín.
Su padre, en tanto, señaló que los invitados a la fiesta se quisieron meter adentro de mi casa, rompieron una ventana y forzaron la puerta. Llamé ocho veces al comando y como veinte a la comisaría. Me contestaban con sorna y me preguntaban si no me habían invitado. Es increíble, recordó.
La fiesta terminó a las ocho de la mañana del 25. Ayer a las 10 recién llegó un patrullero de la subcomisaría 2ª. Los Carrizo seguían indignados y todavía quedaban algunas latas de cerveza dorándose al sol.