Jo, jo, jo..., se rió Papa Noel antes de caer por la chimenea de más de un representante o político rosarino. Pero, aún así dejó los regalos de rigor. Para el gobernador hubo bombachas... pero de campo, acotó al instante para evitar malentendidos. El intendente pidió: Que el año que viene nos encuentre a todos los rosarinos trabajando juntos. Pero Santa Claus parece que no hacía tiempo para resolver todo en una noche y le dejó una remera y un libro de Ernesto Sábato. No fue esta la única confusión del anciano regalón. Al subsecretario de Servicios Públicos, José León Garibay, también lo dejó pagando y le regaló una malla. Espero que la máquina lectora de monedas para los colectivos me la traigan los Reyes, aceptó graciosamente el funcionario. Es difícil satisfacer a todo el mundo, aún siendo Papá Noel.
No pedí nada para Navidad, dijo sin ningún entusiasmo Reutemann. El evasivo gobernador esquivó dar detalles de su Nochebuena. No obstante terminó revelando que recibió una malla, algunas remeras, pantalones y bombachas de campo.
Más expresivo fue Hermes Binner, quien confesó haber terminado su última copa a altas horas de la noche. Entre los presentes intangibles, el intendente escribió a Papá Noel pidiéndole cosas para la ciudad. La posibilidad de trabajar unidos en la construcción de una sociedad más humana, más solidaria y más integrada, será el presente que dejó encargado para el 2001. Por ahora, debió conformarse con una remera y un libro.
Es que a nuestra edad Papá Noel no hace otra cosa que regalos útiles, confesó el diputado provincial Angel D'Ambrosio. En su caso, Santa Claus se limitó a reponer una afeitadora, que el radical se había encargado de fundir en el presente año.
Pero el mejor regalo lo recibirá el 10 de enero, cuando llegue Lucio, su primer nieto. Si bien el pequeñín le traerá alegrías, ya empezó a generarle la primera desilusión. Quería que lo llamaran Aldo Pedro, protestó el legislador. No obstante habrá una compensación: Presentar a mi nieto será la única oportunidad para que me sigan diciendo «qué bien que estás».
Otro que este año ampliará su familia es el ministro de Gobierno, Angel Baltuzzi. En el 2001 tendrá su segundo nieto y para sus descendientes reclamó un país con futuro. Pero, debajo del arbolito de Navidad encontró obsequios para incrementar los vicios: una caja de habanos, algunas botellitas de champagne y una canasta navideña.
De todas formas, los presentes no lo hicieron olvidar su vieja pasión: la política. Espero que no ocurra como en otras oportunidades en que la mezquindad de algunos hicieron que le tiraran con obuses a (Carlos) Menem para hacerlo fracasar y el único perjudicado fue el país, pontificó.
Rigurosamente trucho
En cambio, el edil peronista Evaristo Monti evitó pedir deseos políticos a Papá Noel, a quien consideró un viejo rigurosamente trucho. Sus familiares, quienes aparentemente no coinciden con esa afirmación, siguieron la tradición y en sus cartitas pidieron para el concejal zapatillas y chombas. Son el berretín de mi vida, las colecciono, confirmó. Santa Claus fue tan generoso con él, que lo llevó a evaluar la posibilidad de cambiar de rubro y poner una ropería, confesó.
Otro que recibió ropa fue el presidente del Concejo, Pablo Cribioli. Para él sólo hubo un paquete conteniendo un pantalón azul. Aparentemente Papá Noel quiere ver al radical vestido más elegante que lo habitual. Antes tendrán que saldar cuentas. Al edil le quedó en el haber su deseo principal: Salud para toda la gente y, por supuesto, para mi familia.
También dejó cuentas pendientes con otros. Por ejemplo, el subsecretario de Servicios Públicos. Santa Claus arrimó hasta el pino navideño de Garibay una malla. Me queda grande. Creen que todavía estoy gordito, dijo el funcionario, que ahora deberá iniciar un expediente para cambiar la prenda de baño. Mientras el trámite concluye, el subsecretario de Binner apostará todas sus fichas a los Reyes Magos: Espero que me traigan una máquina lectora de monedas para los colectivos.
La secretaria de Salud, Mónica Fein, pidió al anciano de rojo un año mejor para todos. En el caso de ella, el paquetito contenía un seductor perfume Kenzo. Escribió mi marido, aclaró orgullosa la funcionaria que ahora estará rodeada de una delicada fragancia importada.
En fin, sobre el anochecer de un día agitado, Papá Noel no quiso escuchar reclamos y sugirió realizarlos en forma escrita y presentarlos por mesa de entradas de lunes a viernes de 8 a 12.