Año CXXXIV
 Nº 48.978
Rosario,
domingo  24 de
diciembre de 2000
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El silencio de las víctimas del poder
Los ensayos de Susana Rotker
La escritora venezolana recientemente fallecida interrogó una zona poco transitada de la cultura argentina

Rubén A. Chababo

Acostumbrada a escribir sobre las muertes violentas en América latina, Susana Rotker murió violentamente hace solo unos días atrás en una calle de New Jersey. Conocida por el rigor de sus trabajos de indagación crítica, y por ser la actual esposa de Tomás Eloy Martínez, Rotker había logrado configurar en pocos años un lugar de inestimable referencia para los estudiosos de la cultura latinoamericana contemporánea. Un auto a toda velocidad, la penumbra del atardecer y algún descuido, hicieron que la muerte se precipitara sobre ella a los 46 años.
Susana Rotker había nacido en Caracas, ciudad donde vivió parte de su vida hasta graduarse en el área de Letras y donde también se dedicó al periodismo cultural. Hacia comienzos de la década de 1980, luego de Malvinas y recién restablecida la democracia, llegó por primera vez a la Argentina. Me sorprende este país que da la espalda a Latinoamericana, que siendo parte de América, la ignora, solía comentar a sus amigos luego de sus primeras incursiones por la ciudad de Buenos Aires, una ciudad en la que se encontró con muchos intelectuales que habían hecho su exilio en Venezuela durante los años de la dictadura y con quienes compartió parte de su asombro al descubrir la compleja trama cultural que caracteriza a la sociedad argentina.
Fue por esos años que comenzó a dar forma a un libro esencial, Cautivas: memorias y olvido en la cultura Argentina, donde trata de encontrar una respuesta a la pregunta de qué fue lo que hizo posible que se haya borrado de nuestro imaginario cultural la memoria de las cautivas, aquellas mujeres que en el siglo XIX eran secuestradas por los malones de indios y llevadas del otro lado de la frontera perdiéndose durante años el rastro de su suerte o destino. El tema de esas mujeres, del silencio con que la cultura argentina cubrió su partida violenta le permitió profundizar de manera sobresaliente la importancia que tiene la memoria en la construcción de los imaginarios sociales. O de otro modo, consciente de que el pasado debe articularse para ser memoria y que toda imagen del pasado que no se reconozca activamente en el presente amenaza con desaparecer, se abocó febrilmente a sacar del olvido esas historias del ayer. Traer a esas mujeres anónimas del siglo XIX al último borde del siglo XX es, no cabe duda, una operación política que puede resumirse en el gesto desafiante de rearticular de otro modo las versiones acerca de un pasado que parecía definitivamente clausurado. ¿Qué luz puede echar la sombra de esas primeras desaparecidas de la cultura argentina a la sociedad argentina del siglo XXI, qué mensaje guarda para este presente signado por una rara especie de amnesia colectiva el eco de su ausencia violenta y su macabro olvido?
Hija de una madre sobreviviente del Holocausto, Susana Rotker sabía por su propia historia familiar de las complejas y sutiles estrategias de que se sirve el poder para borrar cualquier intranquilidad que pueda suscitar el pasado. Fue ese saber, más su conocimiento de la realidad argentina en la que el tema de las desapariciones forzadas de personas ocupa un lugar central de la historia contemporánea, la punta que le permitió pensar su objeto de estudio, no otro en definitiva, que el de las víctimas del poder. Me aterra la fragilidad del destino humano que, de golpe, en un instante, ve su vida cambiada para siempre sin haber tenido voz ni voto: un rapto a caballo, un oficial de la Gestapo tocando a la puerta, un Ford Falcon atravesando las calles de Buenos Aires con una persona encapuchada a la fuerza y de la que nunca se sabrá más. Pero detrás de ese miedo, viene uno peor: el del silencio de la sociedad, el de la gente que no sale de su casa para evitar que siga sufriendo en mitad de la noche la mujer quemada, el silencio de quien no se acerca para no contaminarse con las víctimas que estuvieron del otro lado.
Ese destino humano transformado por la acción impune del poder, y la certeza de que las nuevas batallas entre civilización y barbarie se libran hoy en el corazón de las ciudades latinoamericanas -territorios signados por el drama de la exclusión y la marginalidad- la llevó a encarar un estudio de la violencia urbana que quedó reflejado en Ciudades del miedo, libro que aún está en prensa. Los que accedieron a sus borradores aseguran que en esas páginas refulge la misma lucidez y sabiduría crítica que en sus indagaciones anteriores.
Dice el Talmud que la vida de un hombre es como la sombra de un pájaro en pleno vuelo: en cuanto la vemos, desaparece. Por suerte, sobre este mundo hay quienes logran desafiar esa descripción o ese dictamen. Susana Rotker fue una de esas personas porque parte de la sombra de su vuelo quedó atrapada entre las páginas de sus libros. Y eso, no cabe duda, es mucho más fuerte que la enunciación de cualquier consuelo a la hora de enfurecerse con la muerte cuando golpea a traición.



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