Año CXXXIV
 Nº 48.978
Rosario,
domingo  24 de
diciembre de 2000
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Televisión/Crítica
"Ilusiones": La magia de la pequeña pantalla
Cal: 4 estrellas.

Marcelo Camaño

Gasoleros salió al aire y en poco tiempo fue un boom. Campeones generó una gran expectativa y no decepcionó. Primicias transitó el mismo camino, y sin embargo, por una o varias razones no consiguió que el público la acompañe. Ahora es el turno de Ilusiones, y de estas cuatro tiras de la productora Polka, es la menos feliz de todas. El programa aún espera sus mejores momentos pero parece condenado a la impaciencia de los medios y del público.
Quizás porque Ilusiones tiene, hasta el momento, un grave problema: las historias principales todavía no están completamente delineadas. Pero lo mismo sucedió con todas las producciones de Polka, porque esa es su marca registrada. El desarrollo llega con el tiempo. Primero los autores intentan que los personajes le caigan en gracia a la gente y que alguno de ellos sea identificado más que otro. Y en Ilusiones, trazos de personajes son los que sobran, con la cocinera venezolana (Catherine Fulop), la dueña italiana (Patricia Palmer) y el encargado chileno (Patricio Contreras) hay suficiente.
Pero como no todo es cuestión de nacionalidad, también está la chica pícara escondida bajo el manto de la santidad (Marcela Kloosterboer), la que le pelea a la vida desde los bordes de la marginalidad (Julieta Díaz), la tía solterona y molesta (Beatriz Bonnet), el galán joven que vive de mujeres más grandes (Matías Santoianni) o el chico con un pasado delincuente que se deja tentar varias veces por semana (Nicolás Cabré).
Todos personajes que unen una trama tambaleante que apela a la comedia del absurdo, a la de enredos y a la lágrima fácil. A ellos se suma el toque nostálgico del barrio, otra marca de los ciclos producidos por Adrián Suar y compañía.

El paisaje urbano
La tira también abusa de otro recurso. Los personajes caminando por la calle tan típico de esta productora ya merece un descanso. Dan ganas de entrar en la tele e invitarlos a que charlen en casa porque de tanto que caminan, sencillamente, cansan.
Pero para que una historia tenga enganche necesita, fervientemente, de un protagonista querible y reconocible para todo el mundo. Si bien el personaje de Félix Figueroa (Oscar Martínez) tiene su costado interesante, algunos rasgos de su personalidad, no hacen más que retrotraer a... ¡Panigazzi! Una vez más. Panigazzi hablaba con palabras anticuadas, tenía un dolor acá, y sin dudas su vida se ponía color de rosa cuando Roxi aparecía frente a él. Aquí, Félix conserva rasgos panigazzianos al mil por mil: la fidelidad con sus amigos, los principios de sus ideas, cierta tendencia a la exageración, algún abuso con el broncodilatador, rasgos obsesivos al tomar un teléfono en la calle, en la compra de comestibles, en los objetos de su trabajo, en su trato con la tía, en su relación con la novia, todos levemente emparentados con Jack Nicholson en Mejor imposible.
Félix, el mago, parece que regentea la cantina pero está muy lejos de ser el dueño. En realidad, su vida está en una pendiente, rodeado de mujeres que aún no le han robado el corazón. Por eso todo indicaría que el romance con la cocinera y con la representante de artistas de variedades comenzará de un momento a otro y que su novia quedará para mejor oportunidad.
Es probable que Oscar Martínez no sea el actor con más gancho para una telecomedia diaria, pero se refleja en pantalla la intención de que sus actitudes resulten creíbles y graciosas, a pesar de la hartante imitación del Pato Donald. Además Ilusiones no tiene finales de capítulos a toda orquesta, un recurso muy utilizado para incitar al público a ver el capítulo siguiente.

La obsesión por el detalle
En la tira se destacan la iluminación, la escenografía y una implacable presentación de pequeños detalles como las pelucas de Beatriz Bonnet o los accesorios de Elsa Berenguer, dos de las actrices recuperadas en esta temporada por Suar. Otro constante acierto de sus productos.
También es un placer ver los gestos y definiciones de Patricio Contreras, pero no se entiende porqué Patricia Palmer insiste con una tonada tan maniquea en su caracterización.
La sorpresa, sin dudas, es Catherine Fulop. La actriz compone con precisión su personaje, una cocinera humilde, seductora y de buen corazón. Pero el mayor atractivo de la venezolana es ella misma. Su belleza hace doler los ojos.
Entre aciertos y desaciertos, Ilusiones tiene mucho tiempo por delante y entre el recambio de autores y los ajustes de elenco, habrá más tela para cortar. Porque aún a Ilusiones le falta crecer, pese a la impaciencia de los medios y el público.


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