Las críticas de "Pollitos en fuga" y "Hombre de familia", los dos estrenos de esta semana en las salas cinematográficas de Rosario.
"Pollitos en fuga". Cal: 4 estrellas
La saga de Toy Story acostumbró al mundo a las maravillas de la animación computada. Fue tan grande el furor que desataron las nuevas tecnologías que pocos, sólo los memoriosos, mantuvieron vivo el recuerdo de un tiempo que fue hermoso en el que el cine de animación era puramente artesanal. Entre ellos se cuentan Nick Park y Peter Lord, los dueños de Aardman, el estudio cinematográfico que pergreñó Pollitos en fuga.
La película fue realizada con las técnicas tradicionales de animación. Los personajes, moldeados en plastilina, cobraron vida con el viejo truco de fotografiarlos cuadro por cuadro. Si bien el recurso por estos días sorprende, el verdadero hallazgo de Pollitos en fuga reside en la construcción de la historia que narra: las peripecias que atraviesa la población de gallinas de una granja inglesa para alcanzar la libertad.
Desenfadadamente cinéfilo, el relato se construye en el cruce de las citas de viejos títulos de Hollywood que matizan la aventura. Los ingeniosos intentos de evasión que idea la gallina Ginger aparecen condimentados con guiños de títulos tales como El gran escape, El puente sobre el río Kwai, La lista de Schlinder y la saga de Indiana Jones. Con todo, es la ternura de los personajes, sobre todo la del desfachatado gallo Rocky, la que hace irresistible a la película.
R.L.
"Hombre de familia". Cal: 2 estrellas
El protagonista de Hombre de familia, Jack, es un exitoso ex yuppie, heredero de la especuladora era reaganiana, quien a principios de los 80 rompió el compromiso matrimonial con su novia; cambió amor por ambición, lo que, a fines de los 90, le permitió disfrutar de su fortuna y su soledad en un fabuloso piso de Manhattan.
Una noche, Jack, interpretado por Nicolas Cage, con la mágica intervención de un personaje que parece ser un ángel, despierta en la cama de una acogedora casa de los suburbios de Nueva York.
Allí encontrará dos hijos y una esposa (Tea Leoni) que es la adorable novia que abandonó. Está rodeado de amor, pero con un sueldo miserable. Cuando Jack se adapte a no beber más vinos de 800 dólares, a no comprar trajes de 2.500 y a no conducir su Ferrari, o sea, cuando comprenda el valor del amor, otra vez, mágicamente, será devuelto a su vida anterior.
El antecedente célebre de este tipo de especulaciones es Qué bello es vivir, de Frank Capra, donde otro angel le muestra al personaje de James Stewart, un tipo que ya vive en un suburbio, qué pasaría con su familia y los habitantes del pueblo si él se suicidara, como era su intención. En este caso, el propósito de la tortura es potenciar la sensiblería y llevarla a su máxima expresión, pero con la excusa de subrayar el valor de las cosas que no pueden llevar código de barras.
R.B.