| | Editorial El Pami y los turnos médicos
| Tiempo atrás la opinión pública rosarina resultó conmocionada por una noticia bastante insólita. Tuvo que ver con el tumulto producido en el Anexo Turnos del Policlínico Pami II, que resultó absolutamente desbordado en su capacidad por la enorme demanda de los afiliados, circunstancia agravada por las características que adquirió el acontecimiento donde las manifestaciones de protesta a viva voz estuvieron a la orden del día. Desde muy temprano los jubilados se habían concentrado a la espera de la apertura del servicio, situación que acabó agravada con el paso de las horas y la llegada de un mayor número de interesados. Al final de la jornada resultaron 1.500 las solicitudes de atención. Es decir, se había triplicado el número habitual de aspirantes, que es de unos 500 diarios. Las cinco computadoras del local, con sus correspondientes operadores, resultaron desbordadas por la enorme demanda. Y ello aún cuando se habilitaron dos equipos más en la tarde. Como no podría ser de otra manera, la situación sorprendió a los responsables del área, quienes manifestaron su extrañeza por tantos requerimientos. No obstante, en tren de encontrar alguna explicación racional más allá de cierta sospecha sobre una eventual maniobra por parte de algún sector interesado en demostrar la incapacidad de quienes hoy conducen el sistema, se dijo que todo podría obedecer a que, con motivo de la proximidad del fin de año y el comienzo del período vacacional de enero y febrero, son muchos más los afiliados que desean realizar consultas, generalmente de carácter preventivo, con los facultativos que los atienden habitualmente. Sea esta u otra la razón fundamental de acontecimientos tan molestos, lo cierto es que el sistema de otorgamiento de turnos y de atención de las consultas en Pami debe ser modificado. Debe serlo a efectos de tornarlo mucho más efectivo que el mero castigo inmerecido que es ahora. En el primer caso (los turnos) para que no se repita la lamentable situación comentada. En el segundo, porque no resulta aceptable en lo más mínimo que los turnos que se otorgaron en esa jornada (y en las anteriores, y también en las posteriores) hayan sido para la atención durante el mes próximo o el siguiente. Es decir: a comienzos de este mes se dieron turnos para enero y febrero. La sola consideración de este último aspecto del tema permite comprender que los afiliados del Pami padecen -porque de padecer es de lo que en realidad se trata antes que de gozar- un servicio reñido con la más elemental eficacia que debe tener una obra social a la que, generosa y obligatoriamente, contribuyen ellos mismos junto con todos los activos del sistema laboral argentino. Es asombroso que para que los atienda su médico habitual los turnos sean fijados con tanta demora. Esta situación escapa a cualquier forma de racionalismo en la atención primaria de la salud.
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