Año CXXXIV
 Nº 48.974
Rosario,
miércoles  20 de
diciembre de 2000
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El elegido de la semana
Parachutes, una simple mirada profunda
Un CD convirtió a Coldplay en la revelación inglesa del año

Desde hace cinco años, Inglaterra no puede parir una banda de rock que traspase sus fronteras. Desde que se pinchó la burbuja del brit pop que contenía a Blur y Oasis, los ingleses no fueron capaces de crear otra escena exportable, que los pusiera otra vez en competencia en el mapa del rock mundial. Así el público masivo (que recibe todo a través del filtro de Estados Unidos) se perdió a grupos como Gomez, Travis, Belle and Sebastian, Asian Dub Foundation, Placebo, y un montón de nombres revelación (y grandes discos) que disfrutaron unos pocos.
El tardío impacto de Radiohead vino a agitar un poco ese estado de las cosas, y hartos del frente americano de pop adolescente y hip hop, los medios y las discográficas comienzan ahora a mirar hacia las islas. El motivo es un solo disco debut, Parachutes, y una banda llamada Coldplay. El álbum ya vendió millones en Gran Bretaña con el single Yellow, y los críticos lo apuntaron como uno de los discos del año.
El único problema es que los integrantes de Coldplay no se presentan como los salvadores del rock de una nación. Rechazan las poses de estrellas y el circo rockero que se armó alrededor del brit pop. Dicen que no les interesa triunfar en Estados Unidos y que la fama reciente no los cambió. Con toda la pinta de estudiantes universitarios, tienen mucho del escepticismo y la indiferencia de los Smiths, y también algo de sus mejores canciones, ese tipo de canciones que cambian la percepción de las cosas.
Hay sombras del primer U2 en la intro épica de Shiver, huellas de Nick Drake en la desolación de Spies, melodías a lo Pavement en Sparks, esa seducción perversamente inocente a lo Smiths en Yellow, el folk germinal marca Jeff Buckley en Parachutes, y ecos desesperados de Radiohead en We Never Change. Las asociaciones se pueden disparar en todas las direcciones y sólo sirven para describir cierto tipo de sensaciones.
En el fondo, sin embargo, Coldplay tiene lo que toda banda inglesa con nombre propio debe tener: un cantante perfecto, dos guitarras sensibles y un puñado de canciones inolvidables. Solamente hay que detenerse a escuchar a Chris Martin (23 años) en High Speed (y en todo el álbum), cómo puede combinar a un Thom Yorke con un Bono.
Las letras tienen el poder de la observación desde la simpleza más absoluta. Miro en tu dirección pero no me prestás atención, canta Martin en la conmovedora Shiver. En Coldplay no existen ni las complicaciones ni los misterios. El hit Yellow es nada más que una canción de amor que reza: Por vos voy a desangrarme hasta quedar seco.
La versatilidad es otra de las virtudes del grupo. En el último tema, Everything's Not Lost desconcierta con un sonido americano que recuerda a sus compatriotas de Gomez o los más tranquilos Black Crowes. Es casi un milagro.
El problema (otra vez) es que Parachutes pase a las pobladas bateas de disco-debut-adorado-de-una-banda-que-perdimos-de-vista. Pero si el estado de las cosas en el rock no es una preocupación, tener Parachutes en la discoteca personal ya debería ser todo un triunfo.


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