| | Una licencia forzada que se transformó en renuncia La interna reutemista jugó sus fichas en el cambio de gabinete Con la llegada de Benito Castañeda a Vivienda reaparecieron los tironeos dentro del seno del poder
| Jorge Sansó de la Madrid
Sin decir agua va, la Casa Gris nombró ayer al ingeniero Benito Castañeda director provincial de Vivienda y, de ese mismo modo, disimuladamente, convirtió la licencia forzada del arquitecto Oreste Blangini en una renuncia efectiva. La movida siempre estuvo en mente del gobernador Carlos Reutemann desde que se desatara el escándalo del presunto pedido de coimas por parte de dos empleados de ese organismo y el hoy suspendido diputado radical Rubén Miret, denunciado a la justicia por las autoridades de bloque y la presidencia de la Cámara de Diputados. La Capital ya había anticipado que Blangini estaba renunciado, pero la Casa Gris anunció que se le había concedido licencia al funcionario, aunque la decisión de que el funcionario no retornara más al cargo ya era cosa juzgada. Este episodio fue sólo un anticipo de los tironeos, reposicionamientos e internismos que la recomposición del gabinete anunciada por Reutemann llevó a la superficie, apenas y mal disimulado en algunos casos. El único rumor que desmintió Reutemann fue el que sostenía que había ordenado la remoción del ministro de Obras y Servicios Públicos, Juan José Morín, porque no era un hombre perteneciente al establishment interesado en la privatización de la EPE. Después de cinco años de ministro, Morín ha cumplido una tarea muy interesante y eficiente. El creía que le paraban las cosas en Hacienda pero yo pude comprobar que no era así, según dijo a modo de explicación. Las malas lenguas sindican que Mercier es un exponente de esos supuestos intereses. Pero esta acusación no es nueva y el ministro siempre se mofó de la misma. En cambio su relación con el ex ministro Morín no fue del todo buena, según todos admiten en el gabinete provincial. Mercier logró consolidarse, una vez más como hombre imprescindible y supuestamente por encima de los vaivenes de la política oficial. Ayer completó las designaciones que restaban, nombró al contador Angel Espósito -alguien a quien el ministro Rébola reemplazó en la cartera de Educación por un hombre suyo- como subsecretario de Logística y ratificó al ingeniero Edgardo Berli, como subsecretario de Obras Públicas. Así como Mercier extendió sus dominios, protegió y cobijó a los suyos, se ganó no pocos adversarios en el gabinete que no han hecho más que alimentar los rumores de pasillo en todo este tiempo. Así, por ejemplo, se habla de un tándem de acción entre Mercier y el secretario general de la Gobernación, Domingo Alfredo Esquivel, a quienes las versiones (seguramente antojadizas) atribuyen esfuerzos por bloquear las posibilidades del actual subsecretario de Justicia, Carlos Carranza, de acceder a la titularidad del Ministerio de Gobierno, por tratarse de un hombre que respondería al senador capitalino Julio Gutiérrez. Reutemann decidió no remover a Baltuzzi en Gobierno y la supuesta operación que le atribuyen a Gutiérrez habría quedado abortada por esa razón. Pero una salida con altura para Baltuzzi se analizó y se lo pensó en reemplazo de Dunda en Trabajo, es decir con rango ministerial. No fue Mercier el único en consolidarse. Alberto Hammerly el hombre de confianza del Lole ya había sugerido a Rébola cuando se reemplazó a Gualberto Venesia como ministro de Educación y ahora le habría torcido el brazo a Mercier en nombrar a un hombre suyo, Castañeda, en la Dirección de Vivienda. Pero, sin dudas, el más ganancioso hasta ahora parece ser el subsecretario de Seguridad Pública, Enrique Alvarez. Basado en una relación personalizada con el gobernador a quien le viene haciendo inteligencia desde 1991, está a un paso de convertirse en secretario de Estado, tener el dominio de la policía y manejar su presupuesto, y haber opinado decisivamente en la designación del nuevo secretario de Trabajo, Oscar Ercoli. Parece que los conflictos laborales no serán ajenos a lo que la Casa Gris considere su política de seguridad pública. Quizá se trate de la sorpresa que Alvarez en la intimidad confiaba a algunos respecto de los cambios en el gabinete. Este funcionario cultiva un bajo perfil demasiado notorio y, por eso, tal vez, puede cantar bingo a la hora de sumar críticos entre los reutemistas.
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