Dormir con los apuntes para un examen debajo de la almohada. Quedarse dormido escuchando la grabación del asunto sobre lo que debemos hablar ante una audiencia numerosa. Echar una última mirada a los libros o archivos antes de irse a acostar. Todos estos consejos descabellados podrían ahora haber encontrado su base científica. Sí, porque especialistas de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, acaban de presentar una novedosa experiencia que confirma que los sueños ayudarían al proceso de aprendizaje.
Tomando como referencia el conocido juego tetris (aquel en que hay que ordenar bloques de diferentes formas), el equipo de médicos, dirigidos por Robert Stickgold -profesor asistente de psiquiatría de dicha universidad-, mostró que durante el sueño el cerebro permite completar y consolidar en la memoria la forma más perfecta de solucionar y aprender las tareas más difíciles.
El estudio, que fue publicado en la revista especializada Science, analizó a 27 sujetos -normales y amnésicos- que fueron entrenados para jugar tetris; de ellos, el 60% informó haber soñado con imágenes asociadas con el juego. Este estudio sugiere fuertemente la relación entre sueño y aprendizaje, tanto en sujetos normales como en amnésicos. Quienes vieron imágenes de tetris en el inicio de su sueño o quienes vieron más imágenes, fueron los que peor se desempeñaron en el período inicial de dos horas de entrenamiento. Es decir, quienes necesitan aprender más, soñaron más con el juego, explica Stickgold.
En este mismo sentido, hemos hecho otras investigaciones que muestran que los sujetos pueden mejorar en una tarea cognitiva específica si han dormido lo suficiente la noche después de que se les enseñó, añade.
Los 27 individuos considerados en el experimento jugaron tetris durante tres días: en el primer día, dos horas en la mañana y una en la noche; en los dos días siguientes, una hora en la mañana y una en la noche.
Doce de los participantes no tenían experiencia previa en el juego, diez eran expertos y los cinco restantes eran amnésicos (no tenían memoria de corto plazo debido a lesiones en la zona cerebral llamada hipocampo, que tiene que ver con la memoria semántica o de los hechos).
Del total, 17 reportó haber tenido imágenes específicas del juego en sus sueños. Estas consistieron, en su mayoría, en la caída de las piezas geométricas que, de ponerse adecuadamente, habrían aumentado el puntaje en el tetris. Lo curioso es que la mayoría de estas imágenes se produjo en la segunda noche del estudio. Este retraso sugiere que la necesidad de aprender -ya que al segundo día no se había logrado- hace que el cerebro sueñe. Algo así como si el cerebro necesitara más tiempo o más práctica antes de decidir que es un asunto que deberá ser •abordado' en los sueños, explica Stickgold.
De hecho, la curva de aprendizaje -medida sobre la base de los puntos totales de cada sujeto- fue muy distinta en los tres grupos: mientras los expertos y los novatos mostraron mejorías en el desempeño, los amnésicos no lo hicieron. Y este progreso se vio reflejado en los sueños. Nueve novatos que inicialmente tuvieron la más baja puntuación, fueron los mismos que dijeron haber comenzado su etapa de sueño con imágenes de piezas de tetris cayendo. Esto comprueba, nuevamente, que mientras la persona más necesita aprender, su cerebro repasará más y más el material.
De hecho, sólo cinco individuos del grupo de expertos tuvieron sueños con el tetris. Dos de ellos, ni siquiera vieron las mismas imágenes con las que jugaron el día previo en el laboratorio, sino con una versión distinta, de Nintendo. Según Stickgold, esto se explica por los procesos de memoria de integración de los hechos.
Aprender soñando
La idea de que dormir, y en particular soñar, ayuda a consolidar la nueva información y las nuevas tareas en el cerebro ya había sido lanzada y acogida con gran atención cuando Stickgold publicó en 1999 un experimento en la revista Journal of Cognitive Neuroscience, que mostraba cómo individuos que durmieron seis horas o más luego de aprender alguna tarea nueva mejoraron en la misma, mientras que quienes no lo hicieron no se superaron.
La explicación radica en las distintas fases del sueño. Pensamos que son actividades relacionadas con el proceso de la memoria y que involucran las tres fases del sueño: el sueño inicial, el sueño profundo de onda corta y el sueño REM. Cada una desempeña roles específicos en una compleja orquesta de procesos para la consolidación e integración de la memoria, explica el especialista.
En términos simples, el proceso de aprendizaje a nivel cerebral mientras dormimos es el siguiente:
En el sueño inicial: se toman eventos específicos del último día del individuo, que parecen ser importantes o apropiados para la posterior integración o consolidación. Luego, se deja lo más significativo y se reemplaza lo irrelevante de la actividad con la forma más perfecta para su realización. Por ejemplo, las piezas del tetris cayendo en la pantalla quedan y no el escritorio, la habitación, la hora o, incluso, el jugador. Así, podríamos decir que el inicio del sueño es como un filtro preliminar, que sólo deja pasar aquello que el cerebro estima apropiado para procesar.
Esta actividad se lleva a cabo en el neocortex sin participación del hipocampo.
En el sueño profundo de onda corta: el hipocampo pasa la información al neocortex para la consolidación y registro en nuestro sistema de memoria semántica (la memoria de los hechos, de la información general y del cómo hacer.
En el sueño REM: el neocortex actúa para integrar esta información en redes más amplias, buscando asociaciones no esperadas pero sí valiosas entre distintos recuerdos. Este último proceso no se diferencia mucho de la creatividad, que relaciona recuerdos antiguos.
Lo importante es que hay que tener una noche completa de sueño luego de jugar (aprender algo nuevo). Dormir por seis horas o menos puede impedir al cerebro la consolidación de los recuerdos de lo que se ha estudiado, dice Stickgold.