La leche materna enciende el motor del sistema nervioso central y sus consecuencias permanecen años más tarde. A esta conclusión llegaron investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina.
El estudio Clasyd (Córdoba, lactancia, alimentación, crecimiento y desarrollo) realizado por un equipo multidisciplinario integrado por médicos, nutricionistas y psicólogos recorrió el crecimiento de 119 niños durante cinco años.
Los pequeños fueron sometidos a diversos tests de desarrollo psicosocial e inteligencia a los 6, 12, 24, 36, 48 y 60 meses. Según nuestros resultados la lactancia favorece el rendimiento intelectual, sin llegar a convertirse en una vacuna contra alguna deficiencia mental, define Ana María Frassoni, psicóloga del equipo.
El poder de las grasas
Durante los últimos seis meses de gestación y los primeros de existencia extrauterina la multiplicación celular hace que el cerebro crezca a gran velocidad y para ello tiene una elevada demanda de ácidos grasos esenciales. La leche humana está adaptada a estas necesidades, define Laura Pascual, docente de la cátedra de histología, embriología y genética de la Universidad de Córdoba y coautora de la investigación.
Estos componentes que intervienen en la maduración del sistema nervioso son las grasas esenciales, es decir los ácidos grasos esenciales -ácido linoleico y alfa linolénico- y sus derivados, dice Eduardo Siguel, investigador argentino del National Center for Nutrition and Fatty Acid Research, en Estados Unidos. Y asegura que la madre tiene que comer muy bien durante todo el embarazo para que el bebé nazca con suficientes recursos nutritivos.
Cuando el chiquito empieza a comer, Siguel recomienda incluir vegetales y carnes, no tanto pan y pastas, además de tomar aceite de soja, que reemplaza a los ácidos grasos esenciales que suelen ser insuficientes en los alimentos para bebés.
Más allá del primer año
Tanto la Organización Mundial de la Salud como Unicef y la Liga de la Leche Internacional recomiendan la lactancia exclusiva hasta los seis meses y un destete que vaya más allá de los dos años de vida del bebé, recuerda Mónica Tesone de Ispani, licenciada en Psicología, terapeuta familiar y evaluadora de la Iniciativa Hospitales Amigos.
Sin embargo, en el ser humano muchas influencias culturales gobiernan el momento y el proceso del destete. Por ejemplo, en las sociedades industriales, la presión público y social son factores decisivos. Muy pocas sociedades tradicionales destetan antes del año y algunas no comienzan hasta después de los dos años. En el mundo musulmán, especialmente en Africa y Sudán, el destete se rige por las enseñanzas del Corán que recomienda hacerlo a los dos años.
Cuando se anima a las madres a planear el destete, este debe ser gradual, aprovechando los progresos del desarrollo y los nuevos intereses del niño. Si permitimos que se separen en forma natural y no forzada esto posibilitará lograr confianza en su madre y el mundo externo, y adquirirá una mayor independencia futura, agrega la especialista.
Por el contrario, si la separación es forzada antes que estén maduros lucharán por quedar pegados y esa inseguridad se verá reflejada en el accionar adulto.
Preparación para el destete
La licenciada Mónica Tesone señaló que el proceso de destete requiere de una estrategia basada en el registro sistemático de la hora, lugar y circunstancia en que el niño demanda ser amamantado, y de acuerdo a ello, propone una actividad anticipatoria modificando esos parámetros.
Al respecto dijo que habrá que tener en cuenta:
u Aspecto temporal: horarios en que el bebé asocia con el amamantamiento.
u Aspecto espacial: es el territorio donde ser realiza, los lugares que el bebé asocia con la teta (sillón, auto, etcétera).
u Aspecto temático: circunstancias que desencadenan la añoranza del pecho, por ejemplo, antes o después de comer de la mamá, al ir a dormir, al volver la madre del trabajo, al despertarse, el paseo en auto.
Estos aspectos deberán ser registrados a lo largo de una semana para detectar cuáles parámetros se repiten. Luego la madre puede anticiparse sustituyéndolo con algo que sea agradable para el bebé.
Entre otras alternativas propone:
u Planear alternativas a la toma que se va a suprimir para que la atención del niño se dirija hacia el nuevo acontecimiento y no hacia la pérdida de una actividad antigua y entrañable como mamar.
u Dedicarle tiempo y consentirlo de manera que se sienta cercano a su madre.
u Mantener ocupado al niño en una actividad que le interese mucho.
u Hacer los momentos de la comida agradables, sin regaños ni imposiciones.
u El padre puede desempeñar un papel fundamental, abrazando y acariciando a su hijo. Su ayuda puede ser especialmente útil para tranquilizar al niño en la época del destete, sobre todo cuando estaba acostumbrado a mamar por la noche.
Como alimentos sustitutivos, la especialista sugiere el yogur, queso, banana, pera, kiwi, galletitas, pancitos integrales, zanahoria, huevo, tomate, postres lácteos o cualquier alimento preferido por el niño.
El destete no debe ser sinónimo de destrucción, sino que es un proceso mutuo de crecimiento, pertenencia, creación, concesiones, consuelo, placer, comunicación, descubrimiento y dejar ir.