Según muestran las estadísticas, Argentino convierte un gol por partido. Nada del otro mundo, ni para bien ni para mal. A equipos como Arsenal, por caso, apenas 13 goles en 15 encuentros le alcanzan para ir segundo en la Metropolitana de la B Nacional. A diferencia de los salaítos, Arsenal es un conjunto granítico, duro de quebrar. Entonces, cada vez que convierte, lo más probable es que ese gol le sirva para ganar. Con Argentino, en cambio, ocurre todo lo contrario: en la mayoría de los casos (ayer no fue la excepción), sus goles permiten achicar cifras adversas. Los números no mienten: le convirtieron 49 en 21 partidos, de los cuales perdió 15, ganó 5 y empató sólo 1. Para los salaítos, el cierre del año fue tan improductivo como la mayoría de los sábados anteriores. Lejos de sorprender, la derrota no hizo más que acentuar la pobreza de su campaña. Claro que, con un equipo tan inexperto y carente de roce, tampoco se podía esperar mucho más. En la B, se sabe, el carácter y la personalidad suelen ser tan determinantes como una buena gambeta en velocidad. La realidad debería intranquilizar a sus dirigentes, ya que será cuanto menos complicado que el equipo finalice la temporada -a mediados de 2001- con un buen promedio para el descenso. Ayer, Argentino volvió a demostrar que cuando su rival se pone en ventaja le es casi imposible revertir el resultado. Pero esta vez hubo un agravante: a los 3 minutos de juego, Defensores de Belgrano ya estaba 2 a 0 arriba gracias a dos golazos de Diego Cochas, el segundo una joya maradoniana, con quiebres de cintura y gambetas dentro del área. El partido se terminó apenas comenzó. Aunque suene irreal, eso fue lo que ocurrió. El resto del desarrollo fue descartable, puro relleno, a excepción de la gran definición de Cochas en el tercero (la tocó bajo y cruzado ante la salida de Barrios) y de algunas muy buenas jugadas del mismo volante, cuyo pase pertenece a River. Solamente quedaron algunos matices para destacar, como las expulsiones de Palasesi y el hábil Gómez Barroche por agredirse mutuamente en el piso. Las imágenes fueron casi siempre las mismas: la voluntad carente de fútbol de Argentino para buscar el descuento y la tranquilidad de Defe para controlar el juego. Cuando quedaban tres minutos para el final, Cortalezzi sacó un remate desde afuera del área y la pelota le pasó increíblemente por debajo del cuerpo a Bangert. Gol, 3-1 y a las duchas. Suerte y buen año, se desearon los jugadores en el saludo final. Argentino la necesitará.
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