| | Reflexiones Adiós, Clinton, adiós
| Eduardo Haro Tecglen / El País (Madrid)
Clinton se va poco a poco: pasea por el mundo, teje aún esperanzas de conseguir alguna paz y deja tras sí una esposa difícil convertida en senadora. Dice que el siglo XXI será de Estados Unidos. No aseguraría yo tanto. El siglo XX sí ha sido de ese grande y peligroso país. Ha ganado dos guerras mundiales y otra más decisiva aún, la guerra fría; ha destruido el Tercer Mundo, a pesar de la pérdida en Corea o el Vietnam, y lo ha dejado aislado, sin ayudas. Sus enemigos asiáticos en comercio, China y Japón, le están subordinados, y la resistencia europea que quiso formar un bloque equivalente en armas, economía y unidad política es más lejana que nunca, y así se ha visto en Niza y en las bolsas. No se debe mucho de esto a Clinton, que lo ha heredado y lo ha asentado. Va dejar los recuerdos de su sonrisa, su paciencia, sus pequeñas guerras infectas y una defensa de la sexualidad libre de la que no hubiera querido ser protagonista. Diana de Gales era más voluntariosa en esa misma defensa: no hacía nada a escondidas, todo lo mostraba, y se mostraba a sí misma. Coronaban una revolución sexual que había empezado también en Estados Unidos, y ésa fue una de sus grandezas, con la píldora, las comunas, los motines en los campus, las canciones de Dylan: y Marilyn. Pero Diana no sufrió martirio por ello, y Clinton sí. A no ser que aceptemos la versión del padre del chico que murió con ella, que mantiene que les mató una conspiración de la Corona para evitar que la madre del futuro rey tuviera otros hijos con un árabe. El hecho importante fue el apoyo popular a la libertad sexual de la que eran protagonistas el presidente de EEUU y la futura reina de Inglaterra: dos zonas de un temible puritanismo, sostenido por la política dominante; y que esa política no pudiera nada contra ellos, a pesar de todas sus truculencias, sus ataques. El caso de Diana fue el que más ayudó a unas determinadas libertades de la mujer. No sé si Mónica Lewinsky por una parte, Hilary Clinton por la contraria, también las ayudaron. Podría ser objeto de un análisis largo y, por lo menos, divertido. A Clinton, además, le mejora su sucesor. Pero eso pasa siempre: los gobernantes no se suceden impunemente. Siempre viene uno peor.
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