Año CXXXIV
 Nº 48.966
Rosario,
miércoles  13 de
diciembre de 2000
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El elegido de la semana
Marilyn Manson, perseguido y resucitado
Después de la era del shock, el cantante todavía asusta y hasta reflexiona

Carolina Taffoni

Más miedo nos tenés, más importantes nos volvemos, canta Manson en Disposable Teens (Adolescentes superfluos), el primer corte de su nuevo disco, Holly Wood (In The Shadow Of The Valley Of Death). Y nada sabe más de eso que Manson. Ahora que pasó la época del gran shock, lo mejor del mayor cuco de los 90 es que todavía asusta, y no sólo eso, también es capaz de reflexionar y justificar sus mensajes.
Marilyn Manson ya lo hace todo con la tranquilidad de saber que es único. ¿Con quién podríamos compararlo? ¿Con Alice Cooper? ¿Con Rob Zombie? ¿Con Ozzy? ¿Con todos los líderes góticos de las catedrales más oscuras? El Manson-personaje resultó más poderoso que todos ellos, y el Manson músico y letrista no más talentoso pero sí muy hábil para combinar sus gustos.
A esta altura, lo mejor (o lo peor, según como se mire) de Manson es que cada día aparece como más creíble, sino habría que repasar su autobiografía La larga huida del infierno, que llegó a la Argentina con dos años de retraso. Ya cuando escribió una carta a los medios por lo de la masacre de Littleton (en la que quedó salpicado) demostró que no era simplemente el cuco rockero de turno. No cualquiera es Marilyn Manson. Sino pregúntenle a Charly García.
Desde esa posición, Manson y su banda elaboraron otro álbum conceptual, polémico y agobiante, el del Marilyn Manson crucificado, muerto y resucitado, que escupe contra todos sus enemigos y cuenta su calvario como estrella de rock perseguida (y superada).
Así y todo, Holly Wood no deja de ser un disco seductor. Manson mezcla las artimañas glam de Mechanical Animals (1998) con el aplastante pulso industrial que lo convirtió en el Anticristo estrella allá por 1996.
Los aires góticos y cavernosos aparecen desde el comienzo, con la serena Godeatgod, donde los réquiems de Black Sabbath se encuentran con el Bauhaus más denso. La combinación más perfecta entre el metal industrial y los restos de The Mission se puede escuchar en The Love Song, un temazo. Y el rock clásico de la costa oeste potenciado al máximo atrona desde The Fight Song. Acá MM no inventa nada, se limita a hacer lo que realmente le sale bien. Sabe que no es Iggy Pop ni Peter Murphy, pero simula a la perfección que puede cantar como ellos.
En el single Disposable Teens aparece el glam de asesino serial de Mechanical Animals, que se repite mucho más relajado en el baladón Coma Black, se torna gótico en Valentine's Day, se vuelve perversamente inofensivo (recuerda a Marc Bolan) en In The Shadow Of The Valley Of Death, se pone épico en The Nobodies, y brilla (coros imperdibles) en un himno de bronca contenida contra el poder llamado President Dead.
Al final el disco se pierde en tétricos relatos de muerte (ni probar Count To 6 and Die solo y a oscuras), teorías de la evolución (el mono, el hombre y el arma, según Manson) y más justificaciones sobre el no future. Pero el reverendo se anota más puntos cuando ensaya un final disco en The Death Song, cuando se burla de la transformación que sufren ciertos fanáticos en Born Again, cuando analiza su relación con el público en Target Audience y cuando habla de la televisión en Lamb of God.
En el planeta Manson todavía hay poca esperanza, más violencia pero mucha verdad. Y, aunque parezca poco importante, también queda un puñado de grandes canciones.


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