Mientras las terapias génicas desarrollan líneas de investigación para lograr individuos más perfectibles, al mismo ritmo avanza el desarrollo de vacunas, en algunos casos nuevas y en otro mejoradas. Ambos recorridos de la ciencia de nuestros días no se contraponen, y por el contrario, son complementarios al momento de aliviar el sufrimiento humano.
La primera vacuna surgió en el siglo XVIII con Edward Jenner quien desarrolló la inmunidad artificial contra la viruela luego de observar que los ordeñadores que tenían pústulas en las manos por el contacto con las ubres no se enfermaban. Luego, ya en este siglo -en la década del •80- surgieron las primeras vacunas glicoconjugadas, que no son otras que la combinación de sacáridos de bacteria encapsulada con transportadores de proteínas.
Además de la prevención de enfermedades como la polio, viruela, tuberculosis, sarampión y hepatitis, entre otras, las vacunas ofrecen también una opción en el combate de la resistencia antibiótica, reduciendo el número de personas infectadas y en consecuencia, minimizando la transmisión, infección y los tratamientos.
El sistema inmunológico es la defensa natural del cuerpo contra la invasión de organismos externos, incluidas bacterias, virus, hongos y parásitos. El cuerpo cuenta con dos formas de defensa contra las enfermedades infecciosas que aparecen cuando el sistema inmune no puede eliminar el patógeno invasor. Una es la piel y las membranas mucosas que constituyen la inmunidad natural o innata. La segunda línea de defensa es la inmunidad adquirida o adaptada, que se apoya en la capacidad del cuerpo de reconocer los organismos invasores.
Las personas pueden adquirir inmunidad de manera natural como la transmitida por la madre al bebé; puede derivarse de una enfermedad, o en forma artificial a través de las vacunas. Estas ayudan al sistema inmunológico a construir la memoria de un patógeno, lo que permite que reconozca el agente invasor y obstruya la infección.
Para crear esta memoria las vacunas contienen uno o dos antígenos (pequeños pedazos del patógeno que estimulan a las células del sistema inmune sin exponer a la persona al riesgo de infectarse). Las vacunas pueden también contener versiones sintéticas de los antígenos.
Los antígenos por lo general son pequeños pedazos de proteína de la superficie de una bacteria y carecen del material necesario para causar la enfermedad. En ocasiones, la vacuna es una forma debilitada del patógeno, como por ejemplo, en la varicela y la polio.
Vacunas último modelo
Las vacunas de la nueva generación incluyen uno o más componentes de un organismo en lugar de todo el patógeno, mientras que las de ADN contienen una porción del material genético del patógeno. También la investigación avanza en cuanto a la modificación del modo de administración: además de las inyecciones pueden suministrarse oralmente y hasta es posible en el futuro cercano que puedan actuar a través de los alimentos o mediante aerosoles nasales.
A pesar de los avances en el mejoramiento de la inmunidad adquirida a través de vacunas, aún dos millones de niños en el mundo mueren al año por enfermedades que podrían prevenirse.
Las vacunas proporcionan ventajas sobre los tratamientos con antibióticos que en el mejor de los casos actúan de forma lenta para evitar los efectos dañinos de la enfermedad, cuando no son ineficaces ante la resistencia de algunos agentes infecciosos. Sobre esto último, los investigadores descubrieron que los patógenos desarrollaban resistencia a los antibióticos a través de un proceso conocido como selección natural: cuando una población de microorganismos es expuesta a un antibiótico, sobreviven organismos más resistentes que pueden luego transmitir sus genes resistentes a sus descendientes por replicación, o a otra bacteria relacionada, por medio de la conjugación.
Este proceso es un fenómeno imparable y exacerbado por el abuso y mal uso de los antibióticos en el tratamiento de enfermedades humanas, en la cría de animales y en la agricultura.
El Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) constituye una acción conjunta entre las naciones del mundo, la Organización Mundial y la Organización Panamericana de la Salud con el objetivo de lograr la prevención de las enfermedades transmisibles en la población infantil a través del uso de vacunas disponibles.
El programa se orienta al cumplimiento de metas transnacionales que superen las diversidades de los países intervinientes, con requisitos comunes tales como gratuidad; disponibilidad de vacunas relevantes y eficaces; una red de conservación y distribución bajo cadena de frío; recursos humanos competentes y voluntad de los estados para cumplir las metas.
En la región de las Américas el PAI propuso disminuir la morbilidad y mortalidad de las enfermedades prevenibles por vacunas y la inmunización del 95% de los niños menores de 18 meses con el fin de certificar la erradicación de la poliomielitis, el sarampión y el tétanos neonatal; eliminar la tuberculosis, la difteria, el tétanos, las enfermedades invasivas por Haemophilus influenzae tipo b y controlar la tos ferina (tos convulsiva). Las acciones se completan con el sostenimiento de niveles de protección adecuados mediante refuerzos de vacunación y el desarrollo de programas de vigilancia epidemiológica activa.
De esos objetivos, el programa logró la concreción de la erradicación de la polio (el último caso detectado fue en Perú, el 23 de agosto de 1991. En 1994 América es declarada libre de polio), además de mostrar escasos casos de sarampión, tétanos, difteria y tos ferina.
Como desafíos para los próximos años el PAI se propone evaluar la incorporación de vacunas nuevas y mejoradas.
La terapia génica trata de evitar enfermedades en las cuales la carga genética es un factor predisponente, como el caso de la hipertensión arterial o la diabetes, mientras que por otro lado, el desarrollo de nuevas vacunas permitirá prevenir aquellas originadas por bacterias o virus, como las infecciosas. Ambos caminos son dos grandes desafíos de la medicina actual, dijo a La Capital el doctor Eduardo López, director del Servicio de Infectología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, de Buenos Aires.
El especialista argentino junto a su colega chileno Miguel O'Ryan, y el doctor Sheldon Kaplan, director del Servicio de Enfermedades Infecciosas del hospital pediátrico de Houston, Texas, presentaron los últimos estudios disponibles sobre la nueva vacuna contra la neumococo en el marco de un simposio organizado por laboratorios Wyeth Lederle durante el transcurso del Congreso Latinoamericano de Pediatría que tuvo lugar en Montevideo, Uruguay.
Genes, bacterias y virus
Las vacunas actuales apuntan a la prevención pero ya con un criterio individual. Ahora los padres saben que existen en disponibilidad otras posibilidades de prevención y queda a criterio de ellos si quieren usarlas o no, aunque para ello tendrían que ser accesibles para todos, agregó López, para puntualizar luego que una forma de bajar los costos sería mediante compras conjuntas. Si los países del Mercosur compran en bloque bajarían los precios, ejemplificó.
Para que ello ocurra López sugirió que los médicos deben informar para que la población exija a los gobiernos las vacunas como un derecho. Es necesario popularizarlas, dijo.
Al respecto señaló que una meningitis neumocóccica le cuesta al Estado entre 3.000 y 5.000 dólares que incluyen la internación, medicamentos, tomografías, terapia intensiva y otros costos directos. Con ese dinero podríamos vacunar a muchos chicos, señaló finalmente el especialista.
Por su parte, el doctor Miguel O'Ryan, ex presidente de la Sociedad Chilena de Enfermedades Infecciosas explicó a este diario que la nueva generación de vacunas conjugadas induce la memoria inmunológica a través de una proteína que actúa como transportador.
Uno de los desafíos futuros es trabajar en la combinación de vacunas para disminuir los pinchazos, dijo, y aseguró que entre las nuevas vacunas que están siendo evaluadas para su incorporación al Programa Ampliado de Inmunizaciones figuran la de la varicela (muy eficaz, pero hay que analizarla mejor, dijo); hepatitis A; rotavirus y la antipolio inyectable, entre otras.
En cuanto a la vacuna destinada a prevenir las enfermedades invasivas producidas por el neumococo en niños menores de 24 meses, el médico chileno dijo que contribuye a la protección contra siete serotipos (4, 6B, 9V, 14, 18C, 19F y 23F) lo que representa el 60% de las enfermedades neumocóccicas en niños latinoamericanos (bacteriemia, meningitis, neumonía, otitis media y sinusitis) y el 80% de las resistencias a los antibióticos.
En febrero de este año la vacuna fue aprobada en los Estados Unidos; en marzo hizo lo propio Suiza y el 12 de junio último, Argentina.