Año CXXXIV
 Nº 48.966
Rosario,
martes  12 de
diciembre de 2000
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cartas
Discriminación escolar

A fines de septiembre fui por primera vez al colegio Nazareth de Funes a pedir informes para poder inscribir a mi hijo en preescolar. Me informaron de los requisitos necesarios para tal fin, y me dieron un turno de inscripción para el día lunes 18 de octubre a las 13.15 horas. Quisiera agregar que el hecho de no estar casada por iglesia fue un factor que determinó el tener que dar explicaciones y comprometerme a aceptar una entrevista con algún consejero espiritual del colegio. Ese día, puntualmente, me presenté al colegio. Mi sorpresa fue grande cuando vi que por lo menos tres personas teníamos el mismo turno, pero de todas formas me dediqué a esperar, como todos los allí presentes. Pese a estar en cuarto lugar, la espera se prolongó por más de dos horas, ya que la revisión de la documentación de los niños era exageradamente puntillosa. Pese a la espera, quedé en tercer lugar en la lista. A medida en que los días transcurrían y diciembre se acercaba, me fui enterando de que algunos chicos, cuyas madres tenían turnos de inscripción después que yo, y con las cuales había conversado durante el tiempo de espera, habían sido ya transcriptos. La secretaria, la señorita Miriam, sólo pudo contestarme que fueron causas de orden mayor y no pudo explicarme ninguna de ellas. Le pedí entonces una entrevista con la directora del Colegio, la señorita María Luisa, que me trató muy mal. Sentí dolor porque, de alguna manera, discriminaron a mi hijo de cuatro años sin siquiera conocerlo, y además, indignación al darme cuenta de que el favoritismo comienza con la pálida labor de alguna gente desde la escuela primaria.
Ana Piccinini


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