Año CXXXIV
 Nº 48.965
Rosario,
lunes  11 de
diciembre de 2000
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Traspié de Maximiliano Guerra en Alemania
Su versión del ballet Don Quijote no convenció totalmente al público germano

La primera coreografía del bailarín argentino Maximiliano Guerra, el Don Quijote de Ludwig Minkus, estrenada con el ballet de la Staatsoper de Stuttgart tuvo una recepción despareja.
En el estreno realizado el sábado último en la ciudad alemana, Guerra se destacó como primer bailarín interpretando el papel del barbero Basilio, y en los pas de deux, junto a la bailarina Elena Tenchikova, en su papel de Kitri.
Pero el argentino no convenció con la coreografía de esta obra, que incluye un prólogo y tres actos, que presenta algunos altibajos en los que, por momentos, se notan rupturas en el hilo conductor de la historia.
Guerra parece engancharse en los caracteres de la narración para dar paso a las sin duda excelentes interpretaciones individuales y del conjunto entero, pero este mecanismo no evita que se produzcan ciertos bajones narrativos.
La puesta en escena de Guerra es sorpresiva desde la presentación, porque no se centra en la historia del Hidalgo Caballero De la Mancha y su escudero Sancho Panza, sino en la relación de una pareja del pueblo, justamente Basilio y Kitri, conocida ya de anteriores coreografías.
El Don Quijote no es una obra renovadora. Se enmarca en la línea tradicionalista de las últimas puestas en escena en Stuttgart.
La calidad artística de los intérpretes es de primerísimo nivel y provocó el éxtasis del público, que ovacionó y exclamó sus bravos, pero la obra en sí no permite que se la catalogue como una expresión vanguardista.
Amigo de los desafíos, el bailarín alguna vez reconoció que disfruta con lo inesperado. En cada lugar el público tiene sus secretos particulares que lo hacen único -reveló durante una de sus últimas giras por distintas ciudades argentinas- y el desafío consiste en saber seducirlo de la manera más coherente y más efectiva. Esas palabras habrán resonado el sábado, luego de la presentación en la que no conquistó en forma definitiva el corazón de los alemanes.
El excelente vestuario y la escenografía estuvo a cargo del español Ramón Ivars y la iluminación de Olli-Pekka Koivunen.


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