Año CXXXIV
 Nº 48964
Rosario,
domingo  10 de
diciembre de 2000
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Pérez Esquivel esgrime las nuevas banderas de los derechos humanos
Para el Nobel de la paz, ahora la lucha es contra el terrorismo del mercado

Pablo Giuliano

Apenas 36 horas de haber sido declarado ganador el premio Nobel de la paz en 1980, dos agentes de la dictadura militar intentaron asesinarlo en la esquina porteña de Bolívar y México. Pero el paso de un taxi por el lugar le salvó la vida. Adolfo Pérez Esquivel, de 69 años, festeja hoy 20 años exactos desde que recibió, en Oslo, el galardón por su trabajo por los derechos humanos en un continente de genocidio y represión a través de la organización de corte cristiano y pacifista Servicio de Paz y Justicia (Serpaj).
En estos 20 años pasó mucho. Superamos las dictaduras militares en el continente y se recuperó el proceso democrático, que es muy débil y frágil y se presentan ahora otros problemas, como la impunidad jurídica, la falta de búsqueda de la verdad y el deterioro de los derechos humanos sociales: hambre, pobreza y desempleo, dijo Pérez Esquivel. Plantea así los nuevos desafíos de la lucha por los derechos humanos en Latinoamérica y hace foco en las consecuencias para los regímenes constitucionales que tiene la deuda externa.
Para el fundador del Serpaj, existe un hilo conductor en lo que considera el terrorismo de Estado y el terrorismo de mercado. El incremento tremendo de la deuda externa termina cerrando la posibilidad de desarrollo del pueblo argentino y latinoamericano, afirmó, y opinó que faltan decisiones políticas para superar los grandes problemas.

Te llamaron de Oslo
Si bien el premio fue entregado el 10 de diciembre de 1980 en Noruega, la noticia de su consagración se la dio su esposa el 13 de octubre de ese año. Yo estaba en la calle, llamé a casa y mi mujer me avisó que llamaron de la embajada de Noruega, que había ganado un premio. Y yo pensé que era algo referido sobre la cuestión de derechos humanos, pero era el Nobel, nada más ni nada menos, contó.
Cuando la dictadura argentina se enteró de la distinción, envió a dos hombres a seguir a Pérez Esquivel y a su hijo, que caminaban por el barrio porteño de Palermo al otro día de haber recibido la noticia.
Dos sicarios del gobierno militar lo siguieron e intentaron asesinarlo a balazos, pero el paso de un taxi evitó la masacre y los ayudó a escapar.
El mundo miraba hacia Argentina, otra vez, y la dictadura continuaba igual tras los pasos de Pérez Esquivel.
El artista plástico recibido en la Escuela Nacional de Bellas Artes había padecido ya el terrorismo de Estado, a raíz de las denuncias que a través del Serpaj y otras organizaciones realizaba en el exterior contra el denominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983).
El 4 de abril de 1977, Pérez Esquivel fue secuestrado por un grupo de tareas de la dictadura militar y fue pasajero de uno de los vuelos de la muerte, desde donde se arrojaban al río de la Plata, narcotizados, a los detenidos-desaparecidos.
Merced a la presión internacional hecha a raíz de su detención no lo tiraron a las aguas, pero permaneció detenido 14 meses en la base aérea de Morón y en la Unidad Penal Nº9 de La Plata.
Pérez Esquivel, que siempre sostuvo que la lucha por los derechos humanos y los sectores pobres debe hacerse por la vía pacífica, recibió adhesiones y reclamos de todo el mundo, incluso del clan Kennedy y del entonces presidente estadounidense, James Carter. Eso salvó mi vida, enfatizó. Ya había conocido la cárcel tras ser perseguido políticamente en Ecuador y Brasil.
La presión internacional llevó a los militares a dejarlo en libertad vigilada dos días antes de jugarse la final del mundial de fútbol 1978 entre Argentina y Holanda. Por suerte pude ver el partido, dijo con ironía.
Hace 20 años, cuando recibió el galardón en Noruega (los otros rubros del Nobel se otorgan en Suecia), muchos le decían, en Oslo, que si era para Argentina, un Nobel, el de literatura, tenía que ser para Jorge Luis Borges. Y fue así, la dictadura hacía campaña por Borges ante la Fundación Nobel para tapar la lucha por los derechos humanos, sostuvo Pérez Esquivel.
El Serpaj trabaja en lo que Pérez Esquivel considera el costo humano de la deuda concebida en la dictadura militar y en buena parte de los tres gobiernos constitucionales siguientes.



"Faltan decisiones políticas", dijo Pérez Esquivel.
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