Dicen que el gobernador está moderadamente satisfecho. Pero no puede demostrarlo; sería políticamente incorrecto. Argumentar que hizo cuanto pudo importaría admitir que es muy poco para los miles de santafesinos que están sin empleo, ganan sueldos insuficientes o ven degradarse las posibilidades de desarrollo de sus vidas.
Equivaldría, también, casi a desahuciar a quienes viven acongojados por las incertidumbres varias de la hora y ante las que ese esfuerzo gubernamental habría resultado insuficiente para crear condiciones sociales que mitiguen de raíz las causas de la exclusión, que tienen directa relación con la violencia y el delito.
Ni qué hablar del campo, la pequeña y mediana industria y el comercio. El gobernador siempre repite lo mal que están y da acabadas muestras de que él -un productor agropecuario- conoce minuciosamente los problemas de la producción santafesina.
Admitir que se ha sido impotente para generar resquicios propios a la iniciativa local, por poco transformadora que resulte, bien podría equivaler al riesgo de exponerse a la crítica recriminatoria de una deserción pública siempre más fácil de señalar desde la oposición como difícil de explicar desde la gestión ejecutiva.
Pero, fundamentalmente, un balance signado por la crisis y por causas paralizantes, aun ajenas a la voluntad del gobernador, lleva irremediablemente a la comparación de este primer año de su segundo mandato con aquél de su gestión de debutante en la política. Aquél que terminó signado por la impronta hacedora, en un marco de austeridad todavía novedosa y un obsesivo celo por evitar el detalle extemporáneo que pudiera vulnerar la confianza pública depositada.
Muy lejos del debut
El mandatario tampoco es el mismo, se ha repetido hasta el cansancio. Pese a que incluso la oposición es hasta el día de hoy cuidadosa a la hora de personalizar la crítica, el gobernador ya tiene diez años de ejercicio en la política. Ha dejado de ser del todo ajeno a ese mundo siempre sospechado (con generalizaciones a veces inapropiadas o injustas) cuando el ciudadano trata de saber por qué le pasa lo que le pasa y mira hacia arriba en busca de explicaciones.
¿Por qué está satisfecho el gobernador? En primer término habría que intentar dilucidar adónde se quiso llegar para, recién entonces, poder merituar si el camino elegido ha sido o no el correcto.
Estamos frente al más difícil de los escenarios: demandas sociales crecientes con un esquema de recursos decrecientes, dijo Carlos Reutemann el 11 de diciembre de 1999 ante la Legislatura. Y casi al concluir su mensaje enfatizó: Al comenzar este segundo gobierno quiero ratificar mi absoluto compromiso con los que menos tienen. No podemos dar más de lo que tenemos. Pero ellos tienen que saber que las políticas sociales serán prioritarias en mi administración. Y no dudaré en detener la realización de una obra pública si así lo requiere la atención de los más necesitados.
Pero no debemos olvidar que mientras no ordenemos las finanzas de la provincia todas mis enunciaciones respecto de las áreas sociales, educativas, culturales y productivas serán sólo un glosario de buenas intenciones.
Es cierto que, a diferencia de otras provincias como tantas veces hemos visto por televisión, los piquetes de desempleados que se han desatado en la nuestra no han tenido ni la violencia ni la gravedad de esos lugares donde, incluso, se han perdido vidas humanas en fieras refriegas.
Es verdad que existe paz social en la provincia de Santa Fe, como le gusta enfatizar al gobierno. Y también es cierto que comparativamente con Buenos Aires y Córdoba sus finanzas se encuentran en una situación de mayor alivio y control. Se pagan los sueldos públicos al día, las jubilaciones, y no se arrastran deudas con proveedores. La administración funciona y la casa tiene cierta calma. No es poco, podrá decirse. No es suficiente, podrá argumentarse. Ambas posturas tienen razones para ser defendidas.
Sin intermediarios
Si algo caracterizó a Reutemann en su desenvolvimiento en la política fue haber sabido conservar un vínculo directo con la gente. Un capital que el Lole ha cuidado con celo, incluyendo en ese desvelo -según ha dicho algunas veces- la necesidad de ser franco, aun a riesgo de parecer pesimista o transmitir malas ondas. Nadie puede decir que durante su campaña electoral y en su discurso inaugural no advirtió de las dificultades que sobrevendrían y que, para colmo, como es sabido, se han agravado.
Si fue sincero con la gente y administró responsable y honestamente los recursos, bien puede decir el gobernador que cumplió con lo que había prometido en un contexto más dificultoso que aquel que el había vaticinado.
No obstante, la evaluación corresponde a los ciudadanos. Juzgue el lector. He aquí las alusiones a las distintas áreas que hiciera Carlos Reutemann al asumir hace un año atrás: \Guiados por el concepto de globalización de la solidaridad que propicia Su Santidad Juan Pablo II, seremos inflexibles con los que más tienen; porque tenemos el deber de generar recursos para poder asistir a los que hoy sufren las consecuencias no deseadas de la economía de mercado.
Voy a pedir a Aguas Provinciales que rebaje hasta la mitad las tarifas de aquellos sectores que hoy se encuentran con mayores necesidades. Les pediré, además, que se reduzca o se elimine el cargo de infraestructura y que no se aplique el 4% de aumento que corresponde por contrato para el año 2000.
Asumo este gobierno en el pleno convencimiento de que la privatización de la EPE es un deber impostergable de mi gestión. Como gobernante tengo el deber de crear condiciones para atraer inversiones que nos evitan por el alto costo de nuestros servicios. Es mi responsabilidad ocuparme de esos 600 mil habitantes que viven en condiciones de pobreza y no pueden permitirse el lujo de pagar la tercera tarifa eléctrica más cara del país. Es mi obligación lograr que ingresen en el circuito económico los casi 100 millones de pesos que el pueblo ahorrará cuando se apliquen las rebajas tarifarias previstas en el proyecto.
Debo aclarar que la EPE será vendida sólo si se presentan ofertas razonables. No es mi intención rematar un bien del Estado sino impulsar una transformación cuyos frutos probablemente se verán después del 2003.
Vamos a continuar con los programas de caminos provinciales y los de protección contra las inundaciones, realizados con créditos internacionales. También impulsaremos ante el gobierno nacional la continuación del puente Rosario-Victoria, la recuperación de los Bajos Submeridionales y la autopista Rosario-Córdoba.
Para superar la situación (generada por el impacto comercial del Mercosur) se requieren, además: la autopista o autovía Santa Fe-Córdoba; la red de accesos a Rosario; el enlace vial-ferroviario Santa Fe-Paraná; un potencial enlace entre Santa Fe y Corrientes, y la recuperación de líneas ferroviarias.
Otra de nuestras prioridades es atender a ese millón de santafesinos que aún no tiene agua potable, a aquellos que sufren serios conflictos hidráulicos en las cuencas de las lagunas La Picasa y Melincué, y a los productores frutihortícolas que necesitan riego complementario.
Una de las mayores preocupaciones manifestadas por la población es la falta de seguridad. Crearemos en el Ministerio de Gobierno un espacio de articulación de todos los organismos vinculados a problemas sociales, para trabajar en políticas preventivas y en la rápida solución de los problemas.
Están previstas reformas en el Código de Procedimientos Penal, en la estructura policial, en el sistema penitenciario, en la ley orgánica provincial, en los edificios y en la imagen corporativa que ofrece la policía.
La educación no es el producto de una economía sana sino que es la condición necesaria para el crecimiento económico y para la dignificación del hombre en el pleno desarrollo de todas sus potencialidades.
Vamos a formular un plan estratégico fundamentado en el reconocimiento de los principios que identifican el sistema nacional de salud: universalidad en la cobertura asistencial, financiación pública del sistema, aseguramiento público frente al riesgo de enfermar y garantía de atención adecuada al nivel de cuidados que exige el estado de salud de cada caso.
Hoy más que nunca el mundo del trabajo requiere la presencia activa del Estado. Pero se requiere un Estado capaz de superar el mero asistencialismo para encarar progresivamente políticas de capacitación y de articulación con el mundo de la producción.
Una de las facetas más tristes y preocupantes de esta época es el elevado índice de desempleo. Para nosotros no se trata sólo de una cifra sino de muchos hombres o mujeres de nuestra tierra que no pueden acceder al más elemental de los derechos: realizarse como personas a través del trabajo y acceder a la posibilidad de alimentar y educar a sus hijos.
Mañana, con gabinete retocado, Reutemann -a través de un comunicado de prensa- inaugurará el segundo año de su gestión. Que cada uno saque sus conclusiones.