Con fuerza política diferente pero con inquietudes semejantes, Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Alvarez reflexionan cómo recrear la Alianza a un año de la asunción presidencial, con la ruptura del binomio en el camino y con las perspectivas de un 2001 electoral que demanda construir con urgencia otra imagen ante la sociedad para impedir el descalabro.
Es que De la Rúa no puede exhibir un balance satisfactorio y peor aún, no muestra tener claridad de cómo modificar las expectativas. Un consejo lo tiene atrapado: la posibilidad que después del blindaje y concertado algún acuerdo con Alvarez pueda reposicionar a la coalición con objetivos más claros y caras nuevas en el elenco ministerial. No ocurrirá de inmediato pero hacia eso nos dirigimos, cuenta un diputado del radicalismo. Otros dirigentes de la coalición enfatizan en que el presidente lo podrá hacer si tiene la suficiente convicción y llega a la conclusión de que Chacho no está tomando un atajo que exhibe como de retorno cuando puede ser el principio de salida.
La mayor diferenciación de la que hace gala ahora el Frepaso, como no avalar la reforma previsional (idea congelada hasta que el blindaje esté concluido) puede ser leída como un aviso. Una convicción bloquea los temores: en un año electoral les conviene marchar juntos, separados sería una debacle para los dos. Y a Chacho le espanta volver a ser jefe de un partido testimonial.
La cuenta entre el debe y el haber de un año de gobierno aliancista es deficitaria. La desocupación creció tanto como la deuda externa y la distribución del ingreso no es menos regresiva que la que dejó el menemismo. Hoy, excepto un núcleo muy estrecho, los ciudadanos viven peor que hace un año y la Alianza ha perdido gran parte de su base social popular y de capas medias, afectadas por las medidas económicas y su soporte político, en el mejor de los casos, está partido. El fantasma del desencanto envuelve a la coalición gobernante que no ha sabido mostrar una esperanza a los argentinos.
Después de cumplir su promesa con los docentes con lo cual la Carpa Blanca pudo ser levantada, de hecho el gobierno no pudo hacer realidad casi ninguna de sus promesas. Esa mejora se abona con la poda a los sueldos de empleados estatales: los pobres auxilian a los pobres. Sería incorrecto desconocer la herencia recibida en lo social o financiero, que las novedades del exterior no han sido las más beneficiosas y que no existen actos mágicos para remontarla. Pero no hubo una estrategia feliz para revertirla y si en diciembre de 1999, el país estaba con una caja chica incapaz de solventar los sueldos de sus servidores, 12 meses más tarde el cuadro se agravó al límite que para evitar que la Argentina desestabilice a los países en vías de desarrollo, el sistema financiero internacional piloteado por EE.UU. crea un sistema de auxilio que será por un lado oneroso e impone políticas que no fácilmente generaran riqueza.
Un año perdido
La diferencia entre aquel diciembre y el de hoy es que el presidente está más débil y su popularidad está a nivel de zócalo, tiene una coalición deteriorada sobre todo tras el portazo de Alvarez y no genera expectativas de cambios, aunque proclame lo contrario. De un esquema neoconservador es imposible esperar un resultado que satisfaga a los ciudadanos que confiaron en la Alianza pergeñada como de centro-izquierda: ahora la gente encuentra que en lugar de un país diferente, hay continuidad con el gobierno anterior y su conductor por una década se siente con más fuerzas para ir creando el escenario que le permita intentar volver a la Casa Rosada. Cada paso que da Carlos Menem apunta a ello. Para mirar el 2001, prepara una cumbre cercana de legisladores, gobernadores, sindicalistas para fijar la táctica electoral. No es sencillo que todos acepten su protección aunque jure que él acatará lo que decida cada distrito.
Hoy parece claro que el equipo económico no debió envolverse con la bandera del presupuesto equilibrado, no por indeseable sino porque como no estaba dispuesto a afectar intereses fuertes, recaudó atacando a los empleados públicos con el recorte de salarios y a las capas medias con fuertes impuestos, y las dos rebanadas, afectaron el consumo dándole riendas a la recesión. Frente a la gente, actúa sin explicar, y cuando lo hace, como el secretario de Transporte, genera irritación. Jorge Kogan se va los próximos días a su casa.
Cambiar la ecuación sobre quien paga la crisis, requería algo más que la Alianza; mínimamente una actitud de la oposición expresando apoyo no impostado para ese hipotético rumbo. Hay que convenir que el peronismo está demasiado atado a la década de Menem como para respaldar a un gobierno que se dispusiera hacer algo diferente. Sin embargo es este parentesco el que explica el gesto solidario de los senadores del PJ aprobando casi todas las medidas que le ha pedido el gobierno, esta semana, el presupuesto, a pesar de algunos gritos de política menuda, propia de las vísperas de un año electoral clave. Alguna disposición desagradable de la ley de gastos y recursos, podrá salvarse por el veto presidencial: no hay alarma por ello.
Mucho más que una asimilación de cultura de gobiernos de coalición y cohabitación esa continuidad nos dice porque el extraño esquema de poder surgido de las elecciones de octubre de 1999, no hizo ingobernable al país.
Un proyecto ausente
Sería juicioso que el presidente ahora que se cumple un año de su juramento, le explicara mejor al país en que falló y hacia donde marcha, porque exhibe una orfandad de proyectos que conmueve. Ese vacío da lugar a que se crea que adopta el que viene desde el exterior. Esta no es una muletilla que se desentiende del mundo real en que está insertada la Argentina, sino una convicción generalizada. Sería beneficioso que De la Rúa diera su interpretación de porque las esperanzas de octubre de 1999, devino primero en desesperanza y ahora en decepción. La promesa de moralizar se diluyó. La gran oportunidad la perdió el presidente con el tema del Senado nacional que hubiera necesitado a un De la Rúa tomando las tiendas de la discusión.
¿Intentará cubrir ese vacío la UCR en su Convención Nacional del 16 próximo en Paraná, que viene dura, o se aferrará al mensaje de optimismo que de boca para afuera suele transmitir su conductor, Raúl Alfonsín? ¿Puede hacerlo el Frepaso, fuerza más inorgánica que nunca, con su líder también debilitado ante su propia tropa y el electorado? \Alfonsín ha querido charlar con Carlos Chacho Alvarez para sacar al menos sus conclusiones sobre si seguirá o no en la Alianza, pero sus pedidos por ahora no han sido correspondidos. Es probable que responda después que vuelva a encontrarse vis a vis con el presidente, cumbre que no debería generar demasiadas expectativas para que no sea un parto de los montes.
Los detalles de esta reunión no son desdeñables pero conviene recordar que Alvarez no está con cargos en el gobierno, que es socio importante de la coalición política, pero sin la fuerza que tenía como vicepresidente y que todo lo que proponga queda a merced de la voluntad y las necesidades de de la Rúa. A este le fastidió que algunos puntos de la batería de medidas que Chacho piensa pueden dar un después al gobierno cuando termine por acordarse el blindaje, hayan sido desperdigadas mediante trascendidos.
En medio de las negociaciones con el Tesoro norteamericano que avala el blindaje pero no pone un níquel, hacer saber que para Chacho sería mejor desdoblar otra vez el ministerio de economía produjo un visible desagrado en Machinea pero también en personas ponderadas como el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini. Alvarez captó la bronca y le envió un mensaje al ministro de economía explicándole que no intenta disminuirlo como objetivamente ocurre y que en rigor le dan como saliendo de sus labios, palabras y proyectos que no son tales, que el se ha propuesto no hablar, en silencio constructivo con el gobierno del que es su socio y que será el presidente el primero en conocer detalles de sus ideas para intentar dar un salto productivo, social y político.
El documento de Chacho
Aún ayer Alvarez estaba redactando la carta al presidente, basada en informes de cada uno de los cuadros propios y de otros sitios, para que las propuestas no sean vacías. De la Rúa sabrá sobre qué vamos a hablar quiere decir cuando se fastidia con algunos trascendidos, a veces mala interpretación de algunas de sus reflexiones contadas a los pocos que recibe. Hasta que esa carta no llegue al presidente, no habrá reunión. Tiene sí, una introducción crítica que fue expurgada de algunos adjetivos por uno de sus asesores en economía, una caracterización del gobierno (que es lo que más le costó escribir de puño y letra) y luego capítulos con cada una de sus propuestas. Una vez entregada al presidente, éste la evaluará y dará el paso de citarlo. En este juego de ajedrez, con movidas para el prestigio, hay quienes dicen que será el propio Chacho el que llevara el escrito al presidente.
¿Habrá futuro para la coalición? Hasta el otoño no podemos decir sí o no, se escucha en el radicalismo y en el Frepaso. Depende, en gran parte, del éxito, aunque fuera pequeño, en la economía. Colombo transmitió en la última reunión del gabinete, que la proyectada baja de interés de los EEUU, cierta depreciación del dólar, la mejora del euro, el crecimiento del Brasil, los precios en alza de los commodities, cambiarán el contexto internacional porque el dinero costará menos y el shock de inversiones que se aguarda (minería, telefonía, bosques, infraestructura, viviendas), elevarán las expectativas de crecimiento, no como piensa Domingo Cavallo, que lleva al PBI trepando un 10%, pero algo más que el módico 2,5% pautado en el presupuesto aprobado.
La cumbre es de mutua conveniencia. Para el presidente, que no tiene alternativas, la recreación de la coalición aleja el trauma de tener que recurrir en un estrato superior, al auxilio de Cavallo o aliarse con los gobernadores peronistas. La consigna radical es contener dentro de la Alianza a Alvarez y al Frepaso, es lo que piensa el ministro del Interior desde siempre. Pero no alcanza con esa disposición. Los dos jefes reales de la coalición necesitarán acordar un nuevo contrato, que salga del día a día con que se maneja de hecho al país, y en manos de un práctico como Colombo, muy lejos de ser un estratega para el largo plazo.
Sin ruptura en el horizonte inmediato, el otoño será testigo de cómo irán las cosas en el futuro, dependiendo que los brotes de optimismo productivo, no sean otra vez un espejismo. Chacho cree que la batería de medidas que propone ayudará a mejorar las expectativas. Eso sí: está convencido de que hay que pensar qué herramientas serán necesarias para alcanzar los objetivos...
Nada será espectacular ni habrá distribución equitativa de la riqueza producto de un hipotético boom. En el mejor de los casos, que la centralización de la ayuda social en el nuevo Ente que propone Chacho lo convierta en un Emaús más eficiente que la gestión de Graciela Fernández Meijide. Con semejante utopía es difícil apasionar a la gente.