| | Editorial ¿Percepción o deformación?
| Al margen de los asalariados, si un sector de la economía ha sido profundamente afectado por las transformaciones de la última década y la persistente crisis que el país padece desde hace más de dos años y medio, ese es el de la industria. Fundamentalmente, el de la afincada en el interior del país, con uno de sus epicentros en Rosario. Esto es algo que nadie puede negar. Podrán discutirse sus alcances y profundidad, pero de que tal crisis existe no cabe duda alguna. Esta dura realidad ha llevado muchas veces a quienes la padecen a insistir en una visión altamente crítica de la situación, con mucha frecuencia teñida de un marcado pesimismo respecto de aquello que deparará el futuro. Esto sea entendido aún cuando algunos indicadores pudieran estar señalando, cierto que por ahora de manera leve, un mañana con mejores perspectivas. Es como si, por percepción o deformación, para los industriales locales no pudiera existir otro estado de ánimo que el teñido por el pesimismo. Lo dicho viene al caso como consecuencia de la difusión de un estudio de la Fundación Libertad, el cual destaca que la industria regional mostró en septiembre y octubre pasados un aumento de la utilización de su capacidad instalada, no obstante lo cual persistió la visión negativa de los industriales sobre las perspectivas para los próximos meses. Ello como consecuencia de que, pese a lo alentador de ese claro índice de recuperación, cayeron las ventas, mientras crecieron los costos financieros y las dificultades a la hora de cobrar. Respecto de la utilización de la capacidad instalada, el informe puntualiza que, con un promedio del 77 por ciento, la industria regional alcanzó el máximo nivel de los últimos doce meses. No obstante que, aun con su levedad, estos datos revelan un quiebre positivo de la línea de decadencia y resultan promisorios en cuanto a la perspectiva de un futuro distinto, los industriales insisten en una postura poco optimista. Lo hacen revelando que sólo el 10 por ciento tiene planes de aumentar la producción, frente al 72 por ciento que no está dispuesto a variar y el 18 por ciento que, incluso, ha decidido disminuir la actividad. Es que el 27 por ciento observa a las perspectivas para los próximos meses como muy malas, en tanto que el 49 por ciento cree que estarán dentro de la normalidad y sólo el 24 por ciento se manifesta convencido de que serán buenas. Se sabe bien que sin cierto grado de optimismo es muy difícil acometer con éxito los duros desafíos que a diario presenta la vida. Los datos estadísticos no están revelando que ya llegó la hora de empezar a descorchar el champán, pero sí que existen ciertos indicios de que, aunque levemente, algo quiere comenzar a cambiar en el país.
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