Jockey fue profeta en su tierra. Ganó el último partido del año ante un gran rival, se adjudicó la Copa Centenario y cerró el año a pleno festejo y en su propia casa. Tras 80 inolvidables minutos superó 50 a 42 al Barbarian Team Argentina, un equipo que lejos de mostrarse como un partenaire de lujo mostró su hambre de try hasta el final del partido.
Hubo dos tiempos bien definidos, marcados por las actuaciones de uno y otro conjunto. En el primero prevaleció la visita, que tuvo mucho control de pelota, metió mucha presión y marcó el ritmo de las acciones. Nunca dejaron de lado la consigna de jugar pero no por eso arriesgaron de más. Un pack con mucho despliegue, una pareja de medios criteriosa y tres cuartos tan veloces como peligrosos, recuperación y mucha concentración conformaron un cóctel que tuvo características letales en varios pasajes del partido.
A priori eran quince buenos jugadores contra un equipo, pero este recién apareció en el complemento.
A Jockey le costó entrar en el partido. Lo hizo muy light y eso los Barbarians no lo perdonaron. Demoraron, quizás más de la cuenta, en generar peligro cierto y en reiterados pasajes pareció como que eran simples observadores de cómo su rival lo hacía. Durante la primera media hora el verdiblanco tuvo desacoples defensivos que pagó muy caro y a la hora de lanzarse al ataque fue muy impreciso.
Luego de ese lapso Jockey comenzó a generar juego y no desaprovechó las oportunidades que tuvo, aunque fue sólo un chispazo. Después, los dirigidos por Rovea y Villalba volvieron a controlar las acciones, aunque el cansancio comenzó a dejar sus huellas.
En el complemento se vio lo mejor de Jockey. El verdiblanco emparejó las acciones y, apelando a los cambios, dio vuelta la historia. Jockey contó con un recambio que Barbarians no tuvo y marcó la diferencia con jugadores más frescos y con más resto físico.
Mientras el tiempo continuó con su inexorable paso, el desgaste y el cansancio apostaban sus cartas cada vez más fuerte. Los ingoles fueron vulnerados con cierta facilidad y el campeón del Interior, con actitud, comenzó a levantar a su público, que fue a ver ganar a su equipo, a meterse en la fiesta.
Y todos aplaudieron en el último partido del año, en el de la despedida. Por eso bastó -en los últimos minutos del partido cuando Jockey tradujo en el marcador su poderío- un rápido repaso de un año muy largo, que comenzó con la gira por Australia y que terminó con la obtención del Torneo del Interior, para que los hinchas pidieran unos minutos más, que el partido no se termine. Ninguno se quiso mover de su lugar antes del pitazo final de Borsani y más de uno confesó con cierta resignación no te vayas campeón, quiero verte otra vez.