Año CXXXIV
 Nº 48.962
Rosario,
viernes  08 de
diciembre de 2000
Min 15º
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Fuera de foco
Tito Gómez: "Yo no compito con nadie"
El actor cuenta por qué es el favorito de todos los cineastas rosarinos

-¿Sos el actor fetiche de los directores de cine rosarinos?
-No sé (risas), pero supongo que se sienten muy a gusto trabajando conmigo. Tuve la suerte de participar en 25 cortos y eso me sirvió de escuela para los largos.
-¿Cuántos largometrajes hiciste?
-Sin moverme de Rosario tengo ocho.De regreso, Camino a Santa Fe, El asadito, El cumple y La peli, todos de Gustavo Postiglione; Ilusión de movimiento, de Héctor Molina; El investigador de ciudades, de Fernando Zago, y Rosarigasinos, de Rodrigo Grande.
-¿Nunca pensaste ir a Buenos Aires?
-No. Yo empecé a actuar de grande. Me largué a hacer teatro a los 35 años, no fue una vocación de pibe, y entonces no me podía jugar.
-¿Y cómo te dieron las ganas?
-Iba mucho al cine, unas cuatro veces por semana, y vi bodrios infernales y maravillas. Mis amigos de la barra se iban a bailar, y como a mí no me gustaba me metía en el cine, y después nos reencontrábamos. Un día, cuando ya estaba casado y tenía hijos, le dije a mi mujer: Voy a empezar a estudiar actuación en cine, sin saber que eso no existía. Entonces empecé a estudiar teatro con Félix Reinoso.
-¿Cómo fue el inicio?
-Tenía una clase por semana, pero me gustó tanto que empecé a ir todos los días y no me podían bajar del escenario.
-Pero hace mucho que no estabas en el teatro.
-Sí, volví este año con Faldas largas, de Mario Vidoletti, que baja mañana de cartel. Hacía diez años que no estaba en el escenario. Para el año que viene ya tenemos el proyecto de hacer La muerte y la doncella, una obra del chileno Ariel Dorfman.
-¿Cómo llegaste al cine?
-Un día Gerardo Dayub me comentó que un tal Gustavo Postiglione estaba filmando una serie, Augusto y Renato, por los vinos Vaschetti. Se trataba de un historiador que contrataba a un detective para que buscara historias de Rosario. Yo iba a ser el historiador y nunca me había puesto delante de una cámara. La primera lección de cine me la dio Héctor Molina. Yo tenía que estar en la punta de un billar y empecé a caminar por todos lados. Entonces Molina me paró y me dijo: ¿Adónde vas? Esto es cine, vos tenés que moverte en este pedacito y demostrar ahí todo lo que sabés hacer. Si te vas de ahí no existís. Eso se llama el cuadro.
-¿Qué diferencia notaste entre filmar en Rosarigasinos y las otras películas?
-La cantidad de gente. Había como 60 personas para cada escena, cuando la gente de acá la hace con tres o cuatro. Pero después, nada. Ellos, desde los actores hasta los técnicos, se equivocan y aciertan tanto como nosotros.
-¿Por qué crees que te buscan los directores?
-Me hablaban de la presencia ante la cámara y yo nunca supe que querían decir, si era porque yo soy gordo y pelado. No sé si era un halago o una crítica. Siempre me necesitan, porque los actores en general son jóvenes, altos y lindos, pero hay personajes que no son así y ahí aparezco yo (risas). Yo no compito con nadie. Si hubiese casting no tendría con quién competir, porque son todos jóvenes, además de que en principio empecé por amistad, pero algo me habrán visto porque me siguieron llamando.



El actor cuenta sus experiencias en el celuloide.
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