Ayelén Stepink vivió el clásico por primera vez en la cancha. La Leona contó sus vivencias. Sin dudas para mí fue un día especial. Este domingo 3 de diciembre de 2000 quedará grabado en mi memoria por el resto de mi vida. Nunca tuve la oportunidad de presenciar un clásico y ayer se cumplió uno de mis grandes sueños. En realidad, para haber sido completo hubiese deseado que Central, el club de mis amores, se quedara con la victoria. Pero de todas formas dejé el Coloso con la enorme alegría de haber estado en el lugar donde se llevó a cabo la fiesta de la ciudad. La expectativa por este choque entre leprosos y canallas era muy grande. La ciudad palpitaba este duelo. Y Ayelén, como buena canalla, no estaba al margen de todo lo que acontecía. Llegué cuando aún faltaban 30 minutos para el inicio del encuentro. Los hinchas se acomodaban lentamente y en paz en sus lugares. El estadio lució colmado. Sólo en un sector de la platea nueva hubo un hueco, que bien podría haberlo ocupado la gente de Central si le hubiesen dado localidades para vender. Debido a eso llevamos menos gente que Newell's, pero la próxima vez que nos encontremos no tengo dudas de que será diferente. Luego de las primeras impresiones sobre el escenario del gran partido, la medalla plateada en Sydney comenzó el análisis del cotejo: El primer tiempo tuvo pasajes de buen fútbol y fue entretenido. Se crearon situaciones de gol, pero ninguno de los dos tuvo efectividad a la hora de definir. Con el paso de los minutos, la presión de la gente y el nerviosismo que evidenciaban los protagonistas incidieron para que el juego se tornara aburrido. En la segunda mitad los del Parque generaron algunas opciones claras para desnivelar, pero se quedaron en el intento. Mientras que Central apenas supo hilvanar algunas jugadas de peligro para Cejas. Poco y nada. Ninguno de los dos conjuntos logró convertir,y por eso Ayelén quedó un poco decepcionada. Tuve que observar un partido insulso que me hizo quedar con sabor amargo y que no me permitió disfrutar a pleno. Pero de todas maneras, creo que el empate fue lo que más se ajustó a lo brindado por canallas y leprosos. Un párrafo aparte merece lo que sucedió antes del inicio del clásico, cuando varios chicos luciendo casacas auriazules y rojinegras ingresaron al campo de juego portando una bandera que lucía una inscripción sobre la no violencia. Más allá de la gran rivalidad que existe entre uno y otro club, hay que tener en cuenta que el fútbol es pasión y se debe vivir de esa manera, subrayó la Leona.
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