Año CXXXIV
 Nº 48955
Rosario,
sábado  02 de
diciembre de 2000
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Critica/Teatro
Catedrales: Las evoluciones del deseo

Catedrales desarrolla la idea de la posibilidad de un bien individual y, sólo después, común. En ese sentido, su exposición es muy precisa. La puesta en escena de esta propuesta de la compañía La Troupe fue responsabilidad de Alejandra Gómez, quien logró desarrollar escenas complejas resueltas con una elaborada composición plástica, aún en los momentos de mayor dinamismo de la coreografía.
El desarrollo de aquella idea es multidireccional en el sentido de que en ningún momento las relaciones entre los actores-bailarines y los conflictos encuentran una resolución sencilla ni idealizada: nada puede ser más frustrante que el esfuerzo del personaje líder, a cargo de Fabián Gandini, para estimular una suerte de evolución de esos seres extraños que insisten con marcar su paso imperfecto de autómatas, insensibles a un ritmo propio, con una individualidad definitivamente extraviada.
Detrás de su esfuerzo hay un concepto y una ideología que es el soporte y la justificación de la acción, y su sucesión, conforma una extensa lista de contradicciones que desarrolla un grupo de seres alienados, roles a cargo de Cecilia Colacrai, Laura de Dominicis, Paula Manaker, Patricia Mateos y Analía Rodríguez, además de Gandini.
La representación de la búsqueda de objetivos es el rasgo más concreto de esta obra, una actitud que toma distancia de abstracciones y subjetividades para narrar con signos claros una historia conocida y universal, pero muy bien resuelta, tanto en los aspectos técnicos como actorales.
El trabajo está sólidamente sostenido a partir de una profunda exploración espacial y un preciso trabajo del lenguaje corporal. El resultado es una sucesión de imágenes intensas que encuentran su correlato en una puesta de luces que acentúa la intencionalidad de la acción y en la música original de Marcelo Lastra, Patricia Rabiosi y Maricel Totorikagüena.
Una escenografía minimalista sostiene la acción a partir de la presencia de una pared perforada sobre la cual los actores desarrollan buena parte de la acción. Si bien la idea de subvertir lo previsible y promover el desplazamiento en una superficie vertical no es original, la puesta se sostiene por la intención de transmitir un concepto con un sólido soporte actoral y a un ritmo sostenido.
Catedrales es una metáfora apropiada para el desarrollo de una idea que apunta a entender al cuerpo, personal y social, como un espacio de religiosidad. Así como la liturgia es una parte del rito, la ritualidad en este caso se transforma y resignifica poéticamente para dar lugar a deseos más ligados a las necesidades humanas que a lo divino.
La pared adquiere la calidad de un altar en donde se confunden las imágenes de unos santos sin Paraíso, mientras el resto del espacio escénico es el nexo entre un mundo real y otro posible, entre la intención y la acción o el infierno y la utopía, entendida en su acepción original de un no-lugar que probablemente exista sólo en el deseo.



Un planteo dicotómico entre el bien común y el individual.
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