María Laura Cicerchia
El tesorero de una sucursal del Banco Bica fue procesado por el robo de 174 mil pesos ocurrido durante la Semana Santa de 1997, un golpe que guarda alguna similitud con el robo del siglo, que protagonizó Mario Fendrich el 23 de septiembre de 1993. Los dos robos se cometieron con la misma particularidad: en ambos el responsable del área programó la bóveda para que la maniobra fuera descubierta varios días después. En el episodio ocurrido en Rosario, el funcionario adulteró el mecanismo de relojería de la caja fuerte y transcurrió casi una semana hasta que fue advertido el faltante de dinero. Nunca se determinó el momento exacto del robo en la sucursal Echesortu del desaparecido Banco Bica, que funcionaba en Cafferata 1130. Presuntamente, sucedió entre las 16.30 del martes 25 de marzo y las 10 de la mañana del día siguiente. En ese lapso, alguien se apoderó del dinero y alteró el mecanismo de relojería de la caja fuerte para impedir que la puerta se abriera por las 16 horas siguientes. Luego sobrevino el feriado de Semana Santa, y recién el lunes posterior se descubrió la desaparición de 164 mil pesos en efectivo y de otros 10 mil dólares. Cuando esto ocurrió, la caja fuerte no presentaba signos de violencia y tampoco se habían forzado puertas ni ventanas. Era indudable que el ladrón conocía las claves de acceso. Esos códigos los manejaban sólo tres miembros del banco: el gerente, el contador y el tesorero. Los primeros conocían la clave de la gaveta interna. El tesorero, la contraseña de la puerta externa. De esta forma, la caja nunca era operada por una sola persona: siempre la abrían y cerraban de a dos. Pero el único que concurrió al banco desde que se cerró la bóveda hasta que se advirtió el asalto fue el tesorero. Para el juez de Instrucción Luis María Caterina, todo indica que el encargado del tesoro fue quien sustrajo el dinero: estuvo presente cada vez que se manipuló la caja fuerte, conocía una de las claves, el día en que supuestamente ocurrió el robo despidió al custodio una hora antes y concurrió al banco los días subsiguientes aunque fueran no laborables. Como no se trató de un simple robo -él era el responsable de los bienes sustraídos- el tesorero fue procesado por administración fraudulenta, aunque la resolución fue apelada y debe decidir la Cámara Penal. Aquel martes la caja fuerte fue cerrada, como de costumbre, por el tesorero y el contador. Yo soy la única persona que guardo el dinero y lo saco cuando es necesario, admitió el imputado. El gerente estuvo todo el día en Santo Tomé en una reunión con sus pares. Y el policía encargado de la seguridad fue autorizado por el tesorero a retirarse una hora antes de lo habitual. A las 16.10 éste le dijo que se fuera porque ya habían puesto llave al tesoro, pese a que el horario normal de cierre era a las 17.15. Ese día había pedido 80 mil pesos a la sucursal Centro explicando que le iba a faltar efectivo para pagar Aguas Provinciales y atender el movimiento bancario. A último momento el contador de la otra entidad le ofreció esa suma, pero el tesorero la rechazó arguyendo que se iba a acumular más dinero del que cubría el seguro. Aunque también es probable que a esa hora ya hubiera trabado la cerradura de la bóveda y rechazara el ofrecimiento por eso mismo: para no caer en evidencia. El tesorero fue el último en irse. Al día siguiente fue imposible abrir la caja fuerte. Los relojes habían sido programados con un número de horas mayor al usual y esto canceló las cerraduras. El gerente y el tesorero -ese día el contador no trabajó- tuvieron que pedir dinero a otra sucursal para poder abrir el banco. Hasta el lunes siguiente no hubo atención al público, y no se descarta que el golpe haya sucedido en esos días, una vez que el mecanismo se desactivó. Durante los feriados de Semana Santa la entidad bancaria contrató un servicio de policía adicional para la custodia externa, y la única persona que los agentes vieron entrar en esos días fue el tesorero. El jueves 27 ingresó, alrededor de las 16, y permaneció por 25 minutos. El viernes 28 lo hizo a las 9.30 y el domingo 30, a las 13. Siempre por el mismo lapso y, en dos ocasiones, portando una carpeta tamaño oficio. El lunes, cuando el tesorero y el contador abrieron el tesoro, se comprobó que los 174 mil pesos ya no estaban.
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