| | cartas Sufrir en Tribunales
| Hacer un trámite en la Oficina de Certificaciones de los Tribunales provinciales es una experiencia del siglo XIX. Anteayer, jueves 30 de noviembre, una burocracia atrasada e incomprensible me demoró tres horas para intervenir unas fotocopias. Durante 90 minutos, sin alternativa, hice la cola junto a cientos de personas tan sufridas como yo para pagar por caja. Otro lapso igual me llevó una segunda fila, esta vez para que legalizaran mis copias ya selladas. Es inaudito que la Corte Suprema de la provincia, responsable del funcionamiento de las dependencias de Tribunales, castigue a tanta gente que demanda un servicio y lo paga con creces. Es importante remarcar el retraso del sistema: solamente cuatro empleados, con actitud heroica, le hacían frente a una avalancha de público. El costado más despiadado de la burocracia suele exhibirse con los más humildes, que en los Tribunales se cuentan en gran número. Delante mío, una mujer visiblemente pobre se retiró por no poder afrontar los diez pesos que le salía el trámite que había ido a hacer. Un hombre de similar condición y escasa instrucción se marchó porque ignoraba que debía presentar DNI para concretar su diligencia. Ambos se fueron sin ninguna queja tras una hora y media de cola. Situación que se habría evitado si una elemental mesa de informes en el lugar existiera para brindar consejo. Mesa que debe ser otra que el despacho único del hall de la planta baja que sirve a un gigantesco bloque de tres pisos. Tal vez no le corresponda al Estado resolver todos los problemas de la gente, pero sí, cuanto menos, no crearle obstáculos. Quien vaya a la Oficina de Certificaciones de Tribunales debe ir con el ánimo pertrechado para combate. Lo que allí ocurre es lisa y llanamente una agresión. Hernán Lascano
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