| | Reflexiones ¿Es nueva la globalización?
| Manuel Eiros (*)
Sobre el final del 2000, aún perdura el asombro que ha provocado en empresarios, políticos, académicos, y también en la gente común, el descubrimiento de que el espacio económico se volvió mundial, que el planeta es un lugar de encuentro muy cercano para sus habitantes, que la economía es una sola y abarca todo el globo. Todo ello pareciera sintetizarse en la metáfora de la globalización. Decimos metáfora porque alude a una realidad que parece evidente y conocida, pero es esquiva, porque los procesos de globalización son múltiples y diferentes, son nuevos y, a la vez, son la continuidad de otros, porque se trata de viejos procesos renovados, junto a nuevas situaciones. Porque la globalización también ha sido condicionada por ciclos de cambios institucionales y de las doctrinas y políticas dominantes. Todo esto es la metáfora de la globalización. Es cierto que las distancias se han reducido; los bienes y las personas, las palabras y los mensajes transitan más rápido; los consumos tienden a homogeneizarse; que estamos viviendo un proceso de cambio acelerado, el pasaje hacia un nuevo paradigma tecno-económico y, tal vez, social. La combinación de la informática y las comunicaciones están cambiando el modo de construcción de la sociedad, de las relaciones sociales e interpersonales y el modo de producir el mundo material; en síntesis, están cambiando la cultura humana. Tales fenómenos se manifiestan de un modo complejo y diverso. Todos estos aspectos no han cambiado de la misma manera y con igual ritmo. Mientras los capitales tienden a internacionalizarse de un modo más acelerado, la producción y el comercio de bienes lo hacen mucho menos; aún sólo un 20 % del producto mundial se destina al mercado internacional; la proporción de trabajadores ocupados en las actividades que abastecen los mercados externos es mucho menos; el financiamiento de las inversiones proviene en gran proporción -más del 90%- del ahorro interno. La globalización cohabita con fenómenos nacionales. Pero, la globalización tampoco es un fenómeno nuevo. La expansión del capitalismo en occidente y el papel determinante del mercado mundial tienen cinco siglos, comenzó con la epopeya de la conquista del nuevo mundo. La vocación de expandir las fronteras económicas no se interrumpió desde entonces. El desarrollo del capitalismo industrial se apoyó fundamentalmente en la acumulación de capital ligado al comercio internacional, y la transformación del mundo y de los espacios nacionales estuvieron determinados por este primer proceso de globalización. Otra ola globalizadora estuvo asociada al período que atraviesa la revolución industrial y termina con la crisis de los años 30. También entonces, como ahora, los grandes cambios tecnológicos impulsaron un reordenamiento de las economías nacionales. La aplicación del vapor al transporte marítimo posibilitó la rápida expansión del comercio internacional, la integración de regiones distantes y cambios en la especialización de los países. El resultado fue un aumento significativo del grado de producción mundiales y la intervención extranjera respecto a la inversión total, antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, eran similares a algo mayores que ahora. Durante el siglo XIX la reducción de los fletes de larga distancia y las políticas de Inglaterra orientadas a reducir los precios de los productos primarios, posibilitaron la expansión de las tierras cultivables y el fuerte aumento de las exportaciones para la Argentina, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Uruguay y otros países. A mediados de 1870 la campaña del desierto contra los indios permitió la incorporación de las tierras conquistadas afectándolas a la producción de cereales y carnes, todo lo cual tiene explicación en el marco del proceso de globalización ocurrido durante la segunda mitad del siglo XIX y que se extendió hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) los países desarrollados y las organizaciones creadas en Bretton Woods, estimularon un proceso de creciente apertura de las economías. La crisis de fines de 1960 y los cambios tecnológicos, sobre todo después del aumento del precio del petróleo, impulsaron aún más la vinculación de las economías nacionales al mercado mundial. Los países latinoamericanos, después de la crisis de la deuda también se sumaron a esta tendencia y abandonaron progresivamente el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones. (*) Prof. de Economía Internacional en la Licenciatura en Economía de la Universidad de Belgrano.
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