El momento esperado llegó, el partido de los sueños y los desvelos: a las 7 hora argentina, Boca Juniors y Real Madrid definirán la Copa Intercontinental. Que los dos son muy buenos equipos, de lo mejor de la actualidad, está dicho con su sola presencia en Tokio, luego de ser campeones de campeones en América y Europa. Que los dos defienden ricas historias institucionales casi centenarias no es desconocido por nadie. Que se trata de un partido único e irrepetible, es obvio. Llegan en buena forma, si se tiene en cuenta que Boca, puntero e invicto en el Apertura, viene de un convincente trabajo ante Talleres y que el Madrid conformó una producción irreprochable como visitante del Leeds United por la Champion's League, además de estar afirmándose en la liga española luego de una breve transición determinada por las variantes en su plantel profesional. Los dos disponen de individualidades desequilibrantes de mitad de cancha hacia adelante. Boca cuenta allí con el cansino talento de Juan Román Riquelme, con la voracidad del implacable Martín Palermo y con el buen momento del delantero Marcelo Delgado. Real Madrid tiene el genio a veces deslumbrante de Raúl, la explosión de Figo y el creciente prestigio del joven Guti. Los españoles dejan dudas en defensa, donde suelen ofrecer muchos espacios, ampliados porque no se releva debidamente a Roberto Carlos, porque Hierro puede aparecer lento para los muchos metros que tiene que cubrir dado que el medio juego carece del suficiente poder de recuperación. El equipo argentino ha perdido solidez en su bloque defensivo y también en ese sentido parecen emparejarse las chances deportivas. Pero para ese entonces la Copa Intercontinental tendrá dueño.
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